Los caminos de entorno natural, esos que se recorren individualmente pero que a veces nos engloban y vinculan de forma inevitable, abren los sentidos. No cabe duda de que el pasado invierno, lluvioso y cargado de vida, ha resultado tan extraño como agradable para el periodo de cría y la tranquilidad de los pajarillos. Entre los días fríos y húmedos se intercalaron otros más templados, y mientras las hojas brillaban con verdor nítido, en los ocultos nidos se producía el milagro de la vida, al tiempo que la primavera mostraba su hermosa faz.
Todavía mantengo el potente recuerdo de muchísimos detalles, producto del camino compartido con determinadas personas de corte afín con las que he podido fraguar alianzas y caminatas, como las llevadas a cabo junto a Gearóid Mac Lochlainn, excelente ornitólogo irlandés con quien aparezco en la siguiente imagen *. En su día, sus consejos y reflexiones me ayudaron a tomaruna decisión acerca de cómo iniciarme en la fotografía de forma práctica y con una cámara adecuada para el asunto ornitológico. En realidad, con este hombre apasionado de las aves y de la historia, se aprenden muchas cosas relacionadas con la observación.
Ha habido otras personas involucradas en esta fase, cada una de ellas ha ofrecido puntos de vista que sirven para poder reflexionar sobre aspectos relacionados con la propia cordialidad entre seres o con ciertas formas de proceder en el entorno natural y que, aunque ahora no vienen a cuento, rezuman una importancia capital porque nos implican a todos, para bien o para mal, a la hora de tener que pagar justos por pecadores (incluso a diferentes escalas, y este post retocado es la prueba, no queda otra que hacer de tripas corazón). Pero sobre todo porque quien pierde es la Naturaleza, por causa de actitudes inexplicables que vulneran los códigos éticos para la observación de aves y lo que conllevan a nivel de concienciación: sumo cuidado en las aproximaciones y sana discreción ante las evoluciones diarias de ciertas especies muy sensibles. Quien sabe de estas cosas, entenderá muy bien a qué me refiero, pues saltarse estas prácticas es una completa irresponsabilidad que solo conduce a otros males encadenados. Por desgracia, hay gente muy buena que se ve arrastrada por otra con menos escrúpulos. De momento, quitemos hierro al asunto, no sin asumir el impacto de la piedra lanzada y con la plena tranquilidad de que sé que estoy haciendo lo correcto.
Para cambiar de tercio, decir que con el buen Toño García (presente en la siguiente fotografía **) también he podido compartir amenos encuentros sobre avistamientos de fauna, en este caso en forma de visualización de imágenes y de productivas charlas sobre animales, lugares y rutas de interés.
En relación al párrafo anterior y, en este caso, como referencia de muy buen proceder, paso a citar al fotógrafo José Iglesias Ramón, con cuya inestimable ayuda he podido dar una vuelta de tuerca a mi forma de pensar acerca de las cámaras y sus posibles modos de empleo. Las siguientes fotografías fueron realizadas el día siete de abril de 2025, en ella aparecen José Iglesias y Gearóid Mac Lochlainn, en el transcurso de una inolvidable tarde de búsqueda.
Siempre he ejercido una actitud instintiva y cauta a la hora de acercarme a las aves, y sé que seguiré llevando a cabo mi forma de acatar algunas prácticas. Poder aplicar otra visión bañada en ciertas capas de frialdad y preconcebir resultados en función de la iluminación disponible, manejar parámetros de determinada manera, y, en definitiva, conocer un mundo que desconocía, en este caso de la mano de un profesional excepcional, es algo que agradezco mucho y además quiero poner de manifiesto en este artículo.
Desde el día en que conocí a José y a Inma (su inseparable esposa, compañera de rastreo y caza fotográfica), fui consciente de que estaba ante personas muy curtidas en la vida, a su vez provistas de una enorme sensibilidad y un gran halo de sencillez. Día a día, en nuestros encuentros hablábamos sobre avistamientos de fauna, al tiempo que José respondía a todas mis inquietudes acerca de los conceptos fotográficos. Sin guardarse ases en la manga ni lanzar campanas al vuelo. Como buen maestro vocacional, conoce muy bien qué pasos hay que dar antes de correr y cómo han de transmitirse en función del nivel de cada interlocutor. Su enorme generosidad constituye un factor de primer orden y un regalo de valor incalculable.
En estos meses, José y yo hemos compartido bonitas vivencias fotográficas que me han permitido apreciar importantes aspectos como su gran paciencia y capacidad de observación, dos cualidades al servicio del asunto etológico-artístico, de cara a poder captar ese gran momento que, tarde o temprano, se produce cuando los animales alados se mueven tras un tiempo en posición estática. Solo hay que ver sus fotografías por un instante para, de repente, pasar a contemplarlas y a valorar su talento como corresponde: aves congeladas en preciosa pose, paisajes, temáticas nocturnas o retratos. No hay azar que valga, su trabajo es producto de muchos años de dura práctica y está impregnado por altas dosis de técnica, no exentas de pellizco e intuición.
Para este artículo y con toda gentileza, José me ha cedido puntualmente una de sus imágenes ***, realizada en plena búsqueda diaria y al calor de otras agradables compañías. Nunca olvidaré el día en que, de alguna manera, posé para su cámara mientras “sujetaba” muy sutilmente al juguetón y encantador Nilo, el Border Collie de Iván, otro caminante habitual del que hablaré a continuación. Esta fotografía simboliza un momento entrañable para quien suscribe, estoy muy agradecido a José por haberla realizado y sirve como nodo vorticial para continuar el rumbo del presente texto.
No será por perros, cada día se ven más personas llevando varios a su lado. El tema de los canes es complejo, dado el carácter de cada uno de ellos: los hay asustadizos, agresivos, tranquilos, vacilones… de alguna manera, para bien o para mal, en consonancia con lo que se les ha transmitido desde la responsabilidad humana que se hace cargo de su manutención y cuidados. El día que me encontré con Iván, pude observar la magnífica forma de relacionarse con su precioso perro, Nilo. Una actitud que revierte en el resto de observadores y que produce admiración, respeto.
Cuando este fiel Border Collie sale de paseo, su dueño y responsable solo tiene tiempo y ojos para él, apenas está pendiente de otra cosa. Juego, ejercicio, camino y camino, han forjado un perro sano, de carácter afable y cariñoso, que transmite alegría y tranquilidad. Tras otro encuentro inevitable y verle interactuar con Nilo, entablé conversación con Iván. Y esto se repitió durante diferentes ocasiones en las que, de forma fugaz, tanteamos temas aparentemente intrascendentes, aunque también asuntos relacionados con la tenencia de perros y la gran responsabilidad que ello supone de cara a no pocos asuntos, sobre todo a pie de calle.
Un día le pedí permiso para hacerles algunas fotografías mientras interactuaban, dado que pensé que sería interesante plasmar cierto halo del maravilloso espíritu que brota de la relación entre ambos, que a mí me parece mágica. Nilo e Iván, dos socios incansables que recorren las sendas del río y conocen cada recoveco de los caminos que abordan a diario.
La buena gente que tiene perros, tiene perros buenos, y esto no es un chascarrillo ni una frase simplona, más bien constituye una profunda certeza. Y este can es como agua que va y viene, refresca todo a su paso y desengrasa ante los momentos de tensa observación. En un mapa metafórico, representa la conexión ajedrezada entre León y el antiguo Egipto, cual Anubis guardián del Bernesga y, en este caso, de la tierra que pisan los seres vivos.
Tras la retahíla de esquejes biográficos, previos a otros tantos que espero poder publicar llegado el momento, paso a insertar la correspondiente serie de imágenes captadas con la cámara, en su mayoría de aves, con algunas excepciones. Son las de siempre y son otras, son las mismas y no lo son, porque no hay día igual que otro y, a su vez, todos los días son el mismo, aunque no plasmenlo mismo. Estas son las especies que integran la serie: ánadereal, abubilla, águila calzada, bisbita, busardo ratonero, caballo, carbonero común, cernícalo común, cernícalo primilla, cigüeñuela, cisne, chorlitejo chico, curruca capirotada, cuco, escribano soteño, estornino negro, estornino pinto, garceta común, garceta grande, garza real, gato, golondrina, gorrión, graja, lavandera blanca, lavandera boyera, lavandera cascadeña, martinete, mirlo, mosquitero, paloma bravía,pato mandarín, pinzón, ranacomún, reyezuelolistado, verderón, zorzal común.
Sin caminantes no hay camino, las experiencias resultantes nos unen y retroalimentan. Sin nodos, no se crean sólidos nudos. Dos ojos ven más que uno si estos saben mirar, observar, medir, compartir con inteligencia y sumar con menos, de lo que se deduce un beneficio extraordinario para el entorno natural y sus salvajes maravillas ocultas, así como para nuestro crecimiento. Todo mi agradecimiento para Gearóid, Toño, Inma, José e Iván, por haberme permitido compartir una parte de la ruta vital y por darme permiso para publicar las fotografías en las que aparecen. Por supuesto, todo mi amor para Diana, cómplice de sendas. Saludos y hasta el próximo papiro estigio.