Con luces y sombras, no cabe la menor duda de que el camino de cada persona es individual e intransferible. Solo existe una manera de diferenciarse para poder trascender, dicho desde el punto de vista netamente humano y mundano, sin misticismos. Y en esta vida no hay más remedio que ser distinto, con defectos y virtudes, con todos los matices que afecten a estos términos o los empapen de posibilidades. El resto, pura tristeza.
En cada camino hay muchas piedras que sortear. Y como en el juego de la oca, se trata de tirar porque toca y lidiar como se pueda con dichos baches. Ojo con caer en la casilla equivocada, pues obliga a retroceder o a estancarse.
Este estracto de take pautado corresponde al guion de un ilustrativo, magnífico y reconocido film del año 1974:
– “Difícil, no imposible”.
– “Bien”.
Quienes sepan a qué película pertenece, serán conscientes de la inmensidad proyectada en el significado o en las implicaciones emanadas de cuatro simples palabras, en este caso aliviadoras de momentánea tensión y preparatorias de un sino mucho más tenso y decidido de antemano. Cuanto toca de verdad, no hay oca que nos lleve a otra casilla más confortable.
El contexto es indiferente, aunque quien lo conozca no podrá evitar pensar en los motivos por los que he escogido esta porción de diálogo para el post. Y es que muchos pueden ser los significados de dos simples frases. En mi caso, quitaré el barniz misterioso y lo dejaré en un simple y básico significado explícito, sin aparente doblez. Vamos, que me quedo con la cáscara del asunto y el resto lo dejo en el muladar de los párrafos recién pasados.
Lo importante es tener algo muy claro: no hay nada dependiente de nuestro arrojo que no pueda ser llevado a cabo, al margen del nivel de sacrificio a realizar y de las motivaciones, con o sin escapatoria para el actor de su propia película. Deberse a uno mismo o deberse a una causa (cosas muy ligadas y al tiempo extremadamente opuestas), dependerá de diversos motivos. Pero que conste, no es fácil realizar ciertas operaciones cuando los astros rompen su alineación; y sin embargo, es muy sencillo caminar dando cabezazos de piedra en piedra, por puro gusto o deseo, porque “sarna con gusto no pica.”, con todo lo laberíntico que ello entraña, garrapateo inclusive, a sabiendas de que también es posible actuar así, a dolorosos bandazos, sin que pueda ser evitado por el muñeco. Dados del azar y tablero de las contradicciones. Lo complejo y retorcido es deberse a algo nefasto, pues jamás tendrá buen final.
El camino es único, pero en él nos encontramos con seres y situaciones que complementan nuestras jugadas. Es algo muy necesario, porque otorga nuevos niveles al juego de la vida. No obstante, a veces menos es más. Cabe reflexionar para así poder traspasar las jaulas de libertad y llegar a ese otro lado, tan ansiado y confortable, necesario para nivelarse y poder encarrilar los pasos.
La senda del elefante bien podría ser la senda de la memoria, el camino de los recuerdos, es decir, de aquello que no debe olvidarse si se quiere poder volver a acceder a ello de forma correcta, con el debido permiso de lo ansiado. Las huellas han de quedar marcadas con firme sutileza, hasta obtener resultados indelebles… pero paradójicamente invisibles. El camino hay que afrontarlo, y nos prepara para que podamos pisarlo con mayor firmeza en cada ocasión. La senda nos forja y es producto de nuestro esfuerzo y cuidadoso cincelado. Quienes escrutan respetuosa y cuidadosamente los entornos naturales, saben de sobra a qué me refiero. Un olvido causa un fallo, así como un ruido indeseado provoca otro fracaso, otro montoncito de arena volatilizado, al margen de cualquier sorpresa inesperada, volante, volátil. Sí o sí, no queda más remedio que aprender a escrutar en plena oscuridad para poder ver. Además, deben resonar en nuestra fragua todas las lecciones aprendidas, como bien impuso el gran rey picogordo desde el alto trono del entramado, situado en su palacio de las sámaras.
En la siguiente entrega barritaré sobre avistamientos que circunvalan tramas humanas. De momento, y según lo ya anunciado en el post anterior, dejo inserta una serie de sencillas imágenes que he podido obtener en los recientes meses de sendero individual y, en ocasiones, con tramos de acompañamiento. Un elefante no olvida lo aprendido, lo visto, lo vivido, lo fuertemente pisoteado. Jamás.
Espero que estas descriptivas fotografías hayan sido de vuestro agrado, bien por su simbolismo o por su explicitud; y que sirvan como idea, reflejo, incluso como Déjà vu o simple desconecte. Son parte de mi senda de la memoria, y las especies mostradas son las siguiente: colirrojo tizón, ánade real, estornino negro, mosquitero, garza real, lombriz, picogordo, carbonero, cigüeña, curruca capirotada, corneja negra, gato, chochín, herrerillo, martín pescador, grajilla, mirlo, lavandera blanca, tarabilla, pato criollo, petirrojo, pico picapinos, reyezuelo listado, milano real, pinzón, pardillo, verdecillo.
Posdata: Osiris mira al cielo tras su resurrección matutina, justo antes de abrir las alas del silencio y saltar al vacío a sabiendas de que Ra protege y encauza su vuelo. El intrépido y fiel Rocco no tuvo tanta suerte.