Cuando la música muere…

«Cuando la música muere… nace el arte musical».

El sábado 27 de octubre, los asistentes a la Sala Eutherpe pudimos disfrutar de una nueva ración de buenas notas, en este caso aderezada con el sobrio y original concierto ofrecido por el músico Martín Álvarez.

Este excelente violonchelista ovetense es titulado en Grado Superior de violonchelo (Máster inclusive) y en Grado Profesional de Piano, aunque no ha dejado de ampliar su formación musical. A su vez, obtuvo el Grado en Estudios Alemanes en la USAL. Desde hace varios años reside en La Haya (Países Bajos), donde se dedica en cuerpo y alma a la docencia y a la creación / composición de espectáculos artísticos de corte creativo y explorativo.

Martín tiene un ineludible vínculo musical con León, pues en su día participó en ediciones del Curso para Pianistas, Directores y Joven Orquesta organizado por la Fundación Eutherpe, como miembro activo de la Joven Orquesta Leonesa. También fue integrante de la Camerata de Cuerdas de la JOL.

Precedido por el bonito color de su extraordinario violonchelo Eugen Wahl (construido en 1926 en Karlsruhe, Alemania), se enfrentó al mítico escenario leonés con honestidad y aplomo, a través de un programa muy bien compensado en estilos y estados de ánimo. De hecho, no solo hizo nuestras delicias por el impecable sonido extraído de su centenario instrumento, sino que también gustó por su honestidad. Algo muy simple de entender y, si se tiene la cualidad, imposible de disimular sobre las tablas. El respetuoso silencio y cierto grado de sorpresa resultaron factores clave para fraguar un magma de conexión compartida entre artista y público.

De hecho, el repertorio ofrecido resultó interesantísimo y ameno. Martín tiene bagaje y numerosos conciertos a sus espaldas: dado su rol adicional como diseñador de proyectos musicales para el directo, conoce muy bien de qué forma puede mantener al público en vilo durante el tiempo correspondiente, sea cual sea el tipo de escenario o lugar de actuación. La línea de transcurso de su elección musical para la Sala Eutherpe resultó un dato muy indicativo acerca de su faceta como músico ortodoxo… pero también de su carácter investigador y diferenciador, precisamente por mostrar compromiso y búsqueda, al mismo tiempo y en pleno discernimiento de cada una de estas formas de proceder.

Comenzó el concierto con “Ricercare n.º 7”, pieza barroca del violonchelista y compositor italiano Domenico Gabrielli, con la que nos metió en plena sintonía de ambiente palaciego, sin paliativos. El chelo cantó, espléndido, majestuoso y dinámico.

A esta obra le siguió “Sonata para violonchelo solo, opus 28”, creada por el compositor y violinista belga Eugène Ysaÿe, provista de cuatro movimientos que exploran las técnicas para violonchelo que estaban en boga a principios del siglo XX, principalmente a nivel armónico y melódico, así como en el empleo de cuerdas simultáneas. El breve y conciso cuarto movimiento, “Finale. Con Brio”, supuso una especie de línea divisoria entre lo que habíamos escuchado hasta el momento y lo que vendría a continuación.

En tercer lugar, Martín abordó el segundo movimiento (II. Pianissimo) de la obra “Grāmata Čellam”, del contrabajista y compositor letón Peteris Vasks. Entre otros detalles, citó frases como “esta obra va un paso más allá en la técnica chelística” y “es un desafío a nivel técnico”. La interpretación derivó por parajes hipnóticos y tensos, y es difícil suponer que algún asistente hubiera quedado indiferente ante semejante abordaje sonoro y expositivo.

La cuarta obra fue “Two Poems to Polly”, creada por el compositor húngaro Péter Eötvös para “chelo y chelista parlante”… y se erigió en uno de los momentos más interesantes de la tarde. Ante la interacción de música y voz, ni cantada ni recitada sino en un tono bastante neutro aunque sutilmente modelado (muy apropiado para tan concreta situación artística), pudimos sumergirnos en el foco de intimismo e inquieta esperanza de uno de los personajes que protagonizan este poema, por boca y gracia de Martín. Excelente y emotiva interpretación, muy variada en técnicas instrumentales y matices.

El final del programa estaba marcado con la pieza “Der Übercellist”, compuesta en 2023 por Martín Álvarez y en total consonancia con su potente línea artística que combina música y textos. Esta obra inspirada conceptualmente en el libro “Así habló Zaratustra” del filósofo alemán Friedrich Nietzsche, contiene el siguiente aviso, que, entre otros mensajes de «revelación», fue proclamado allí mismo: “Traigo nuevas, la música ha muerto”. Sobre largas notas, una inquietante advertencia apocalíptica, tan sibilina como imperativa, brotó de los labios de Martín… el caso es que así, expresándose tranquilamente, sumergido en su arte, sin sobreactuar ni dar enfásis especial a sus palabras, logró transmitir por unos minutos un claro mensaje de desamparo e incertidumbre. Se metió en el papel y lo bordó. Tal vez plena profecía en los tiempos que corren, adaptada muy originalmente para la ocasión. Y ante su simple aviso… hay que luchar, como bien sabe nuestro amigo violonchelista. La «música» vive, si se sabe regar de forma coherente.

Tras el aplauso de rigor, se nos ofreció como bis una pieza muy significativa para el artista. Sonó desnuda y emotiva, y fue articulada con pulcritud: el segundo movimiento (Adagio cantabile) de la “Sinfonía nº 13 de Joseph Haydn. Por un momento, la Sala Eutherpe volvió a empaparse de un vestigio añejo y cierto halo mágico. Al terminar la preciosa pieza, el absolutamente silencioso público tardó segundos en reaccionar, tal vez ligeramente extasiado o negándose a aceptar que lo bueno dura un instante de eterna sensibilidad, acaso queriendo formar parte de un evocador y melancólico viaje al pasado, de una desconexión temporal que muy pocas disciplinas artísticas ajenas a la MÚSICA pueden ofrecer… al menos a semejante nivel, para goce y disfrute de los sentidos. El aplauso fue sincero y generoso.

El propio Martín quedó muy agradecido por la calurosa respuesta, y dejó a la vista de los presentes que es una gran persona, así como un músico talentoso que busca su propio camino. Hacía tiempo que no tocaba en España y era obvio que estaba inmerso en una situación especial, ya que además de reencontrarse con personas muy queridas y que llevaba años sin ver, pudo afrontar los recuerdos evocados por las míticas paredes de la Sala Eutherpe. Desde Vientos de Estigia quiero agradecer a Martín Álvarez su generosidad, honestidad, sencillez y cercanía, y de paso aprovecho para anunciar que está en marcha el montaje de una entrevista en vídeo con él, para la que además se ha realizado una sesión de cuatro cortes musicales. Será editada y publicada en su correspondiente momento, como parte de la serie ESTIGIA ESTUDIO SESIONES EUTHERPE.

Y no puedo cerrar este papiro sin mostrar toda mi gratitud hacia Dña. Margarita Morais, que preside y lleva adelante la Fundación Eutherpe, incombustible, con la colaboración de un magnífico equipo de personas que la quieren y respetan. De una forma u otra, han creado un vínculo humano cooperativo y maravilloso… y su labor incansable permite que el público leonés pueda disfrutar de excelentes actuaciones de muy alto nivel. Gracias por leer y por estar ahí.

Texto y fotografías: © J. Bass (Vientos de Estigia).

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