El Café de Matías (CeDC 001)

Desde hace tiempo, en mi cabeza ha bullido la siguiente idea: comenzar una sección de entrevistas dirigidas a personas autónomas, creativas, ilusionadas, originales, de cualquier gremio y que no se corten a la hora de compartir su experiencia en el terreno de la actividad que desarrollan. Esto ya lo he llevado a cabo mediante reportajes en vídeo, un formato que me gusta por su amplitud de posibilidades a nivel audiovisual y creativo (vídeo, captación y sincronización de audio, fotografías, inserción de fragmentos con música propia, transiciones simbólicas, elaboración de créditos…). Y seguiré con ello.

Eludiendo puntualmente el práctico formato de videoentrevista, esta vez se trata de realizar grabaciones en audio para, previa transcripción manual, ser editadas en texto con algunas imágenes de refuerzo, a la vieja usanza. Ya hice esto en el pasado, a través de la publicación de largas entrevistas y reportajes de corte impreso y edición mensual (principalmente a músicos). De hecho, lo considero un formato muy interesante, pues evita masticadas respuestas vía email e implica el reto de trasladar a las letras la literalidad espontánea del interlocutor, al menos en la medida de lo posible.

Para la propuesta actual, sugiero sintetizar, aunque sin perder la esencia de lo que la persona protagonista pretenda transmitir. Por lo tanto, aquí da comienzo esta aventura titulada Cables en Distancias Cortas (CeDC), ni más ni menos que con una pequeña entrevista al veterano hostelero leonés Matías Fraile, alguien muy apreciado y querido por su clientela. Fue realizada el pasado 12 de agosto,  y esta primera entrega incluye la referencia CeDC 001.

Hola, Matías ¿Cuánto tiempo llevas dando servicio en este local y qué recuerdas de tus primeros tiempos como hostelero?

Pues yo llevo aquí desde el año 2000. Lo cogí en febrero y lo abrí en julio, o sea que llevo ya veinticinco años y un par de meses en este local. Fueron unos comienzos difíciles, porque yo venía de trabajar en una cafetería a traer mi proyecto aquí, a El Café de Matías; de trabajar todo el día a trabajar a jornada partida: cuatro horas por la mañana, cuatro horas por la tarde. Y bueno, así he empezado y he llegado a dónde estamos hoy ¿Los comienzos? Pues como para todo el mundo, son difíciles. No todo es bonito, no todo es agradable… pero vamos, estoy cien por cien orgulloso y satisfecho de haber llegado a donde he llegado este 2025.

¿Que causas, incluso referentes, te impulsaron a trabajar en la hostelería?

Yo empecé en la hostelería porque éramos estudiantes y en verano nos hacía falta el dinero, y en Mansilla había un camping, lugar de acampada, un merendedero. Y allí fue un hermano mío a trabajar. Y el dueño le dijo: “¿No tendrás a alguien que te venga a ayudar? Y le dijo que sí. Fue el segundo y le dijo “¿No tendrás otro hermano…? Y ya fui yo. Entonces, los tres hermanos empezamos en la hostelería allá por 1985 o 1986. Comencé de friegaplatos y friegavasos, recogiendo el merendero y barriendo, no atendiendo. Y al mes, cuando ya estaba preparado, entró uno nuevo y me dice Manolo “el Chato”: “Matías, deja al nuevo y que se encargue de fregar y de recoger, tú ya pasas a atender”. Así fue como empecé, trabajando los veranos, y aquí estoy enganchado a día hoy. He pasado por cuatro o cinco jefes, de los cuales guardo muy buen recuerdo. Me trataron bien, de forma justa, y yo siempre trabajando, claro.

Respecto a la hostelería leonesa, en general ¿Qué es lo que consideras que aún se mantiene y qué ha cambiado?

Bueno, mantener se mantiene que, cuando entras a un establecimiento te sigue atendiendo alguien, camarero o camarera. La hostelería de antes era más en plan “grupos de gente”, siete u ocho, que iban a tomar su ronda de vinos, su ronda de cervezas. El alterne por la noche no estaba aún muy frecuentado, porque tenías cuatro o cinco pubs nocturnos. Pero para tomar vinos o cervezas sí había muchos sitios. Bueno, vinos. La cerveza ya fue un invento de cuando se pusieron los barriles, y a tirar del barril. Ahora seguimos conservando la cerveza de barril y, los camareros/camareras pues, bueno, nos cambian de perspectiva. Antes entrabas y “Hola, buenos días, Pepe… hola, don José, hola, qué tal…”, y ya sabían lo que querías tomar. Hoy, entras y a lo mejor, ni buenos días ni buenas tardes ni nada. Pasan delante de ti como que pasa el Ave y no te atienden. Menos mal que quedan algunos lugares que siguen manteniendo esa disciplina de “Hola, buenos días ¿qué tal, qué desea?”. Hoy en día estamos perdiendo lo tradicional, ese grupo de gente que entraba y ya sabías los vinos que tomaban, las cervezas… y bueno, les ponías todo, prácticamente. Y hoy en día hay poco de eso, quizá porque, también, la gente va siendo otro tipo de gente. Los que se nos han ido ya no están aquí, ahora hay gente nueva, gente joven, con otras ideas y otros proyectos.

Llevas una línea de trabajo y de negocio muy personal ¿fuiste probando, te costó encontrar tu camino… o simplemente apostaste por una vía y te has mantenido a ella lo más fielmente posible?

La idea que nos propusimos era la de trabajar el café, y fundamentalmente que no hubiera cocina. Se podían conseguir cosas con otra serie de productos, pero basándonos solo en el café. Claro, yo tenía que llevar a los niños al colegio y tenía que adaptarme a su horario, para cuando salieran de clase ir a por ellos, volver a llevarlos a clase… y ya por la tarde los recogía otra persona. Entonces, mi proyecto era un negocio de trabajar por la mañana, descansar al mediodía, volver por la tarde y de noche estar en casa para la familia, a las nueve o nueve y cuarto. Y estar el fin de semana con ellos, claro. Porque yo antes trabajaba los fines de semana y además a jornada completa, por entonces llevaba una cafetería junto a los dos hermanos míos de los que te hablé al principio. Aquí no, aquí era de esta manera: el sábado por la mañana trabajaba, y el sábado por la tarde y el domingo eran para dedicarlos a la familia, porque los niños eran pequeños y había que atenderlos ¿La línea? Continúa siendo la misma, solamente que sin niños. Creo que lo he conseguido.

¿Qué crees que aportaste y sigues aportando mediante tu estilo profesional?

Bueno, pues yo sigo aportardo lo tradicional, atender al cliente amablemente cuando entra, y siempre sonriendo, porque al fin y al cabo, va a volver. Porque aquí viene una persona… pide un café, viene el segundo día, pide un café… pero al tercero le digo: hola, buenos días ¿el café cortado, como ayer? Y se queda dudando, ya dice: “Eh, me ha pillado”. Entonces, aportar, aportar, yo aporto la antigua hostelería. Seguimos atendiendo rápidamente, amablemente, sonriendo, y si hay que pedir disculpas por un pequeño retraso, pues se piden, que no hay ningún problema. Entiendo que esto hoy ya no existe. O sea, puedes entrar a cualquier lado y no te atienden en el tiempo que debiera ser. Cuando es muy sencillo, si pasan por delante de ti tres camareros y no te atienden, algo va mal. Entonces vamos a intentar que sigamos así, atendiendo lo mejor posible. Y me conoce mucha gente: “Hola, Mati, adiós, Matí… adiós, Matías, hola, Matías”. Seguimos en el punto.

Por aquí habrán pasado personas de todo tipo ¿recuerdas alguna anécdota reseñable?

Anécdotas, pocas. Por aquí han pasado muchas personas típicas del barrio, pero lo que sí está claro es que este es un lugar donde se encuentra uno a gusto y creas un ámbito familiar. A veces me dicen: “¿por qué no haces esto, o subes los precios, o esto o lo otro…?” Y digo: somos una familia, la familia crea montón y el montón, pues… no hay problema. Ha venido gente de todos los sectores, industrial, empresarial, del mundo de los cantantes, en general ha venido gente de todo tipo. Y son personas normales y corrientes, les atiendes y quedan encantados. Y a día de hoy siguen estando aquí, o vienen a tomar café o a recordar haber estado aquí.

Ahora voy recordando algunas anécdotas, aunque se han dado más en el exterior, en la calle, más que el interior. Una vez, por la tarde, llega la policía, corriendo: “Salgan del local, salgan del local” ¿Qué pasa? Pues pasó que por la tarde encontraron una mochila al lado de la oficina del DNI y se pensaban que era un artefacto. “Pues salimos, espere, espere, que voy a cerrar el local”… “no, salgan ya, y que nadie salga a las terrazas”. Y nos llevaron a todos para la plaza, cerraron y nos dijeron: “vienen los artificieros ahora”. Bueno, vinieron los artificieros, pusieron una cinta y no podíamos pasar. Llegó un policía con vaqueros, se acercó a la mochila, cogió el bolí así, miró… “no pasa nada, un niño que se ha dejado la mochila”. Y bajó su madre a cogerla, claro, diciendo: “¿qué pasa aquí?” La mochila del niño, que se le había olvidado. “Todos corriendo fuera, todos a la calle”. Una anécdota.

Y luego, pues aquí en la construcción, enfrente del edificio, otra… siempre en la calle, aquí no ha ocurrido nada. Un camión descargando un palé: se cayó el palé de la grúa que estaba en el tercer piso, en plena calle a las cuatro y cuarto, y no pilló a nadie. Una anécdota que no fué trágica… con la mala suerte de que estaba la policía local y tuvo que identificar al gruista, al del camión y al de la obra. El gruista estaba subiendo el palé cuando ya estaba medio destrozado, en fin…

¿Cómo ves el rumbo de la profesión hostelera?

Lo veo bien, lo que pasa es que es un trabajo muy sacrificado, pero como cualquier otro trabajo, de cualquier sector, de cualquier gremio. El problema es que hoy la gente, eso de trabajar, eso de montar un negocio de hostelería… se da cuenta de que son muchas horas, mucho trabajo. Los ingresos son sustanciosos, pero a veces no cubren todos los gastos que conlleva un local, un alquiler, meter personal, almacen; y claro, lo que sale no es para gastar, sino para proveerte de todo el material necesario para poder continuar. Es muy sencillo, tienes que vivir día a día, controlar día a día y no gastar todo lo que entra en caja porque es para tener que pagar al proveedor que venga mañana. Si no le pagas mañana, vas a acumular una factura más. Así que imagína el nivel de dificultad en los negocios que tienen empleados. Y es cuidar, cuidar todo y que no se te vaya de las manos lo que has conseguido: montar un negocio, y pensar que “es lo que hay” pero tienes que seguir, trabajando día a día, semana a semana, mes a mes, año a año. El primer año no vas a tener beneficio, ni el segundo, ni el tercero, ni el cuarto. En el quinto sí, ya tienes beneficios… pero hay que aguantar.

Háblanos sobre la magnífica caricatura que adorna tu espacio de trabajo…

La caricatura surgió de que un cliente venía por aquí todos los días, por la mañana y por la tarde. Venía acompañado o venía solo. Le gustaba mucho el café, y muchos días venía con su libreta, con su cuaderno, y hacía dibujos de esto o de lo otro, o una postal. Bueno, yo sabía que algo estaba pintando, hacía trabajos para amigos que le llamaban y le decían: “Oye, hazme una tarjeta de felicitación, hazme un dibujo para regalar a tal”. Pasó el tiempo y ya tenía más amistad con José Antonio, que así se llamaba. Yo sabía que era pintor de brocha gorda, o sea, pintor de pintar paredes.

Un día se sentó y dijo: “Te tengo que hacer un dibujo, Mati”. Cogíó una servilleta del servilletero, hizo un pequeño esbozo de lo que después sería este dibujo que tenemos aquí y dice: “Por la tarde vengo y ya estoy aquí más tranquilo, vas a tener que estarte quieto un par de veces para mí”. Y vino por la tarde, desde las cuatro hasta las ocho estuvo dándole al lapicero, que lo hizo en lapicero, en una servilleta. Lo esbozó y lo copió en su casa en una lámina. Y aunque venía todos los días, a los quince días o así, vino con la lámina y perfiló algunos detalles. Surgió ahí, entonces dijo: “Toma, ahí tienes, para ti”. Me costó un café, en el año 2001, que fue cuando se hizo. Hoy ya no está, falleció, por desgracia. Era muy buena persona, y le recordaremos ahí, con su firma en el dibujo de El Café de Matías.

Matías, muchas gracias por tu buena disposición y por tu amable atención, también por confiar en el proyecto Vientos de Estigia y en mí. Hasta muy pronto. Por favor, despide esta entrevista como te apetezca…

Muchas gracias, Javier, por darme este tiempo para poder expresarme delante de un micro. Y bueno, decir que aquí voy a estar hasta que llegue el momento de, cuando cumpla sesenta y cinco, poder despedirme de todos mis clientes; si los junto en la calle, la llenaré. Muchísimas gracias.

Ave dedicada a Matías: Colirrojo tizón

Texto y fotografías: © J. Bass (Vientos de Estigia).

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