Nodos y nudos (2)

Calor, instrumentos de cuerda, agua, café, música, lectura y algo de verdadero cine mítico, elementos para sentar las bases de un ejercicio que continúa, en relación a esos pasados meses de búsquedas interiores por escenarios exteriores en los que, tras la aparente capa de cotidianeidad, aún se representan inesperadas obras sujetas a supuesta improvisación. Todo encaja en un emplazamiento etéreo pero multicolor que, cual teatro de hilos y muñecos, es conformado por algunas de las posibilidades ineludibles e intransferibles de la vida diaria.

Visto lo visto, tal vez solo sea un simple juego de procesos semialeatorios tales como los incluidos en las instrucciones que establecen los movimientos sobre un tablero de parchís o del curiosísimo juego de la oca. Los dados y el cubitele… perdón, quise escribir cubilete… ¿producen resultados inescrutables o están sujetos a cierto condicionamiento de probabilidad y estadística, incluso de forma de proceder cuando se tienta la jugada? Entonces ¿puede hacerse trampa a través de ellos?

Hace meses, se produjo un esperado momento ornitológico especialmente intenso en el que confluyeron diversas situaciones emocionantes, como por ejemplo la llegada de los torcecuellos, el intercambio de los mosquiteros comunes por los ibéricos o los últimos coletazos fantasmales de los majestuosos picogordos, justo antes de que dejasen su cuartel invernal para desplazarse a las zonas de cría. Por cierto, se llevaron con ellos a la mayoría de los pinzones, al menos quedaron muy pocos a la vista, y así hasta hoy. No en vano, son sus fieles escuderos en el palacio de las sámaras. Una vez llegada la época de cría y tras la eclosión, el hecho de poder ver a la pinzona alimentando a su volantón se torna en privilegio evidente, impagable. Claro, siempre desde una distancia completamente prudencial (no me hartaré de decirlo) y aplicando el mismo proceder con los pollos de diferentes especies. He aquí dos preciosos verderones pasándose comida y un magnífico e incipiente carbonero común.

Otro entrañable momento, más tardío, se produjo ante el encuentrro con el ruiseñor común, al que siguieron las esquivas oropéndolas y los increíbles alcaudones dorsirrojos. En fin, el pistoletazo de salida implicó toda una serie imparable de acontecimientos biológicos continuados, aunque también hubo lugar para lo absurdo, en pequeñas y mayores medidas. De esto último no tienen la culpa los animalillos, por supuesto. Así que vale la pena insertar algunas fotografías “de calle” para ilustrar ciertas maravillas, a cuentagotas, de algo que para algunas personas puede resultar incomprensible e insondable, justo todo lo contrario que para quien ostenta la autoría de los procesos artísticos en cuestión y además no se corta un duro en mostrar las lindezas grotescas de sus propias obras.

A estas alturas del post, toca ir a los asuntos del camino y de los nudos vitales que en él se producen, es decir, jugadas humanas que solo el paso del tiempo establecerá para bien, para mal o ni para una cosa ni la otra. La primera opción es la que me interesa, así que en la segunda y en la tercera no gastaré un solo tecleo, pero hay que dejar claro que existen y que además son muy necesarias para continuar aprendiendo en este tablero de alegrías y no pocos peligros.

Cierta mañana, en pleno regreso de una sesión fotográfica por la zona del “paraíso del agua”, me encontré de frente con alguien que llevaba dos perros, un carea leonés y un boxer. En la casi total soledad del paraje, aludí a la hermosura de ambos animales y empezamos a intercambiar impresiones. Así conocí a Rubén, persona afable y cercana que además tiene gran conocimiento sobre temas rurales. De hecho, me contó muchas cosas relacionadas con su perra Rumba, magnífico ejemplar de carea leonés o perro de pastor, que aunque nunca ha ejercido como tal, siempre ha mantenido intacta su vena instintiva. En origen fue propiedad de un pastor que la tuvo en un ámbito de mastines y caballos; a los siete meses se la regaló a Rubén, que por suerte la ha podido educar en zonas del extrarradio leonés, entre hierba, prados y el entorno del río Bernesga. Él me contó que al principio parecía bloqueada, tuvo que ganarse su confianza con la debida paciencia y buen hacer hasta que, poco a poco, Rumba se adaptó a sus amos y al nuevo ambiente.

También me habló sobre las capacidades que este perro leonés de pastor lleva en la sangre, pues en dos lugares muy alejados geográficamente y de forma espontánea, redirigió a bastantes piezas de ganado (vacas, ni más ni menos) que ocupaban zonas transitables de montaña y dejó el paso libre de obstáculos, para gozo y asombro del personal presente, paseo exitoso inclusive. Y aludió a su carácter noble y a cómo domina sutilmente a Balto, un compañero boxer de menor edad que entiende la jerarquía a la perfección y con el que se lleva estupendamente. Balto adora a Rumba y Rumba adora a Balto, entre los dos mantienen una relación muy equilibrada. No es poco el mérito de quien sabe mantener a dos perros en plena compenetración entre sí, además de que es muy evidente que están preparados para saber estar en toda situación, y con esta frase resumo muchísimas cosas que darían para toneladas de letras, dicho esto sin metáforas de por medio. Rubén ha sabido responsabilizarse de sus animales de una forma excepcional, tanto de cara a la convivencia social como a lo que atañe a su relación personal y familiar. Tríada imprescindible. Otro gran ejemplo a seguir, una persona sobria que se expresa con naturalidad y con la que además se aprende bastante. Ha sido un placer el haber podido conocerle y escuchar sus historias sobre asuntos caninos, la presa cerrajera, las temáticas del campo o las anécdotas sobre Rumba y sus no pocos admiradores del ámbito del pastoreo. A veces, una imagen dice mucho, caso de la fotografía mostrada arriba y de las dos que adjunto a continuación. Pero no hay como las palabras sinceras y resolutivas, expresadas con potente sencillez: “Balto es un perro muy noble que quiere a Rumba casi más que a nosotros ¿Eh? Ella le controla y le pastorea, pero es algo ya… más como un juego ¿Sabes? Rumba es un poco bruja, pero Balto es un perro muy noble, muy noble” (Rubén Carrizo Castellanos).

Otro día, en una salida ornitológica, un amigo citó a una persona con la que se cruzaba habitualmente, alguien que solía caminar leyendo un libro, siempre. Instantáneamente pensé en el apelativo “Walking Reader”, y ahí quedó el asunto. Días después, me crucé con un individuo de inequívocas características, y aproveche la ocasión para entablar conversación. Resultó una muy grata sorpresa encontrame con una persona sencilla, divertida, provista de una enorme cultura y ansia devoradora ante la lectura. Como bien sabe muchísima gente, el pintor leonés Adolfo Álvarez Barthe es un artista muy personal que ha basado casi toda su obra en la tradición de Occidente.

En nuestras conversaciones hemos compartido impresiones sobre música, literatura o pintura, principalmente. Y más allá de poder ofrecer puntos de vista (en mi caso, desde lo ingenuamente profano), pienso que lo interesante es el aporte obtenido a través del conocimiento de tan versado interlocutor, entre café y café o en medio de una senda perfecta para, entre otras cosas, vislumbrar y oír a los pájaros carpinteros o a los escribanos soteños. Tras hablarme acerca de su reciente libro titulado “La belleza de lo figurado”, pude hacerme con un ejemplar y leerlo en pocos días. En realidad podría leerse de un tirón, aunque preferí otorgar un trozo de jornada a cada uno de los tres excelentes actos que lo integran. No solo fue bueno para interiorizar y reflexionar, sino también para contextualizar mejor una síntesis biográfica plasmada y dosificada con gran inteligencia, muy rica en detalles y solo a la altura de unos pocos, en tanto a ejercicio vital bien diseccionado, seleccionado y medido, a su vez exquisitamente literario, ameno e instructivo. Por supuesto, único en todo el sentido del término. Animo desde aquí a artistas y artesanos de todo rango a que se hagan con un ejemplar y lo lean. No pienso destripar nada sobre la trama, y no hay sinopsis que ofrezca una idea sobre su contenido. En resumen, Aldolfo Álvarez Barthe es un pintor excepcional y un escritor que sabe cómo escribir y expresar, además de una persona altamente erudita y de tremendo recorrido profesional, a la que vale la pena conocer. Esta es su recomendable página web, para quien sienta curiosidad: http://www.adolfoalvarezbarthe.com/

Y la magia, que entre otras cosas, modela con el pensamiento y auna garzas equilibristas con bailarinas diversas, se produjo en el puente de los tirantes, llamado desde ese día “Puente del guardián”. Un día estaba apoyado sobre la barandilla, en plena caza fotográfica. De repente, un ser de aspecto bonachón se acercó y comenzó a hablarme sobre las nutrias del río. Conectamos al instante, la chispa encendió los motores de la dialéctica y de inmediato tratamos sobre diferentes temas, de forma espontánea, inaudita, productiva. En ese momento apareció la garza real, apodada Casildita por nuestro protagonista; ella, dama del río e inspiración para diferentes atavíos. Los motivos de este asunto forman un tejido tan simple como complejo, atrayente, metafórico, evocador e inspirador. De hecho, la anécdota que me contó sobre esta ardeida real, como rescatada de su baúl de los recuerdos y lanzada al aire con total frescura, me inspiró hasta el punto de dedicarle algunos acordes y unas cuantas estrofas a la reina del espejo, la misma que se sostiene en una zanca y cuyo manto envuelve cada flujo de pensamiento que el selvático Bernesga abraza y riega en su curso sagrado hacia las cascadas del gran pez dragón, paraíso de las garzas estigias.

Días más tarde, Ángel Saludes del Río me hablo sobre su rol como educador social, así como de la nutrida y enriquecedora experiencia adquirida como misionero en Marrakech, Argentina, Perú y Uruguay. Como fundador de su propio proyecto de ayuda a personas necesitadas y provisto de un gran bagaje vital, tiene muy claro que el miedo ha de estar fuera de combate. Su mirada no logra esconder a una persona inquieta y generosa, cuyo corazón no cabe en el pecho que lo alberga. Un día vi cómo montaba en su caballo de hierro e iniciaba la ruta de la bondad. Las alas de pegaso no surgían del cuerpo de su motocicleta, sino que brotaban de su espalda. De entre todos los viandantes, solo yo puede verlas. Él es Ángel, el ángel de la guarda de muchos, que además custodia un puente en Tierra de Nadie, físico, pero también metafísico y no menos sanamente espiritual: el citado “Puente del guardián”.

Será que las casualidades juntan al hambre con las ganas de comer, o mejor dicho, de tomar café con frisuelo, tortilla o torrija en la cafetería Rey Sancho, cuyo amable camarero nos hizo esta fotografía con mi cámara. En ella aparecemos Adolfo Álvarez Barthe, Ángel Saludes del Río y quien suscribe. Desde aquí agradezco la habilidad de Pancho, pues logró plasmar un grato instante en medio de conversaciones que jamás caerán en saco roto, a pesar de la apariencia disolutiva del día a día. El gorrión nos acompañó durante un buen rato, inasequible al desaliento; no en vano, este pequeño crack es señor de la calle y de las barandillas del mundo en marcha.

Ahora toca insertar la típica serie de fotografías del entorno natural y sus habitantes, como continuación de la ristra publicada en el post anterior. Normalmente, me gusta compartir imágenes potables, descriptivas, incluso especialmente hermosas (siempre sujetas al nivel básico en el que me muevo técnica y teóricamente), pero hay animales que no deben ser mostrados, ni por la delicadeza de las especies en sí ni por los lugares en los que se han realizado las fotografías, algo en lo que vuelvo a incidir, a nivel de comportamiento ético sobre la mera exhibición o impulso egocéntrico que apunta a la irresponsabilidad. Entre las imágenes publicadas más arriba y las que vienen a continuación, se pueden contabilizar las siguientes especies, con las repeticiones pertinentes: Abejaruco, águila calzada, alcaudón dorsirrojo, ánade real, busardo ratonero, caballo, carbonero común, cernícalo, chochín, cigüeña, colirrojo tizón, corneja negra, cuco, curruca capirotada, escribano soteño, escribano triguero, estornino negro, garza real, golondrina, gorrión común, gorrión molinero, graja, grajilla, halcón peregrino, herrerillo común, lagartija, lavandera blanca, martín pescador, martinete, milano negro, mirlo, mito, mosquitero ibérico, paloma bravía, paloma torcaz, pardillo, pato criollo, pavo real, petirrojo, pico picapinos, pinzón, pito real, ruiseñor común, tarabilla, torcecuello, tórtola turca, trepador azul, urraca, verdecillo, verderón, zarcero, zorro, zorzal.

Con esto termina la segunda parte de “Nodos y nudos”, serie que queda cerrada, al menos por el momento. Si se tercia, espero poder publicar más partes en el futuro, me juego una cerveza a que aún quedan encuentros casuales que resolver y muchas avecillas en libertad de las que poder disfrutar. Así que solo queda dedicar este post a Rubén Carrizo Castellanos, Adolfo Álvarez Barthe y Ángel Saludes del Río, de corazón, por permitirme publicar sus respectivas imágenes y por haber compartido conmigo una pequeña parte de sus correspondientes caminos. Hoy soplan vientos negros de Estigia, cálidos como las llamas del inframundo. Será que es agosto. Suena “Operation Mindcrime” de Queensrÿche, simbolismo, programación predictiva y clase musical en un solo pack. Hasta el próximo papiro.

Texto y fotografías: © J. Bass (Vientos de Estigia).

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