Guillermo Díaz «The Lost Hope».

La Fundación Eutherpe, dirigida por Margarita Morais, no necesita presentaciones, o al menos muy pocas: desde el comienzo de su actividad ha entregado una programación continuada que implica actuaciones y seminarios de toda una sucesión de maestros y artistas musicales de primer orden, así como también ofrece al público la oportunidad de disfrutar del talento de jóvenes músicos con eminente proyección.

Aún estoy asimilando la magnífica experiencia que vivimos el pasado sábado 29 de junio en su sala de conciertos de la calle Alfonso V, en plena capital leonesa. Enmarcado en el Ciclo de Conciertos 2024 – Jóvenes Intérpretes, el programa se anunciaba como Concierto de cámara con piano, con la participación de los violinistas Guillermo Díaz y Catalin Bucataru, la violista Jimena Pérez, el violonchelista Mark Fliderman y el pianista Aitor Cano.

Ante el lleno de la Sala Eutherpe, el acto fue presentado por el citado violinista y compositor leonés Guillermo Díaz Merino, que en la actualidad cursa estudios de Grado Superior de Interpretación de violín en Forum Musikae (Madrid). Con sus diecinueve años recién cumplidos ya mantiene un fortísimo pulso en la carrera musical; y por causas lógicas, se erigió en evidente protagonista sobre las tablas de un recinto que conoce bien, puesto que en ocasiones pasadas ya había podido presentar allí sus propias composiciones.

Tras las correspondientes palabras de apertura, seguidas de una amena y erudita explicación sobre las características del trabajo que íbamos a presenciar, se nos ofreció un concierto en dos fases: en la primera de ellas, Guillermo Díaz aunó fuerzas con el pianista Aitor Cano Ramos para desgranar las obras “Zigeunerweisen Op.20“ y “Concierto para Violín y Orquesta en Re Mayor Op.61”, de los compositores Pablo Sarasate y Ludwig van Beethoven, respectivamente.

Respecto al necesario protagonismo que atañe al violín en este tipo de formato, hay que señalar que durante el abordaje de estas piezas, Guillermo Díaz desplegó su enorme capacidad memorística y acató el material mediante un flujo de musicalidad, sensibilidad, variedad técnica y virtuosismo instrumental que implicó diversas formas de ejecución, incontables matices y una expresividad latente. Teniendo en cuenta las características de sendas obras, de gran complejidad y considerable extensión, pudo comprobarse que el talento, la seguridad y la proyección profesional de este joven y experto músico provienen de una incansable labor y de una sólida vocación.

La puesta en práctica de estas dos composiciones puso de manifiesto el ejercicio de una perfecta y cómplice coordinación entre ambos instrumentistas, pues defendieron la música de forma muy dinámica y especialmente comprometida. Aitor Cano y Guillermo Díaz jugaron sus bazas a la perfección mientras discurrían las diferentes secciones, y los aplausos no se hicieron de rogar ante su derroche de dominio y rigor musical.

Tras este intensísimo desglose llegó el momento para el estreno de Cuarteto N.º 3 en Re menor Op.7 “The Lost Hope”, composición de cuatro movimientos con autoría de Guillermo Díaz.

En función de las palabras ofrecidas por el compositor en su presentación, aunque dicho desde mi punto de vista, sintetizando al máximo y utilizando el lenguaje metafórico… puede afirmarse que los cuatro movimientos encadenados constituyeron un entramado de intensa densidad sonora que se contrastaba con leves asomos de ese atisbo de luminosidad expresado en el título. Por añadir un poco más de metafísica, podría decirse que jamás cantando victoria, más bien asumiendo, buscando su camino propio y celebrando lo que la vida ofrece, entre inevitables baches y resurgimientos. Forjándose en la realidad.

En referencia al resto de nombres anunciados en el programa, Guillermo Díaz contó con un as de espadas: el magnífico violinista Catalin Bucataru, al que se sumaron en complementación la violista Jimena Pérez y el violonchelista Mark Fliderman, jóvenes músicos que evidenciaron notorias habilidades y cerraron el círculo con apropiada concreción. De hecho, los cuatro integraron un núcleo sólido y eficaz en el que cada cual ejerció con destreza, seguridad, aplomo y solvencia.

Y en este punto procede abrir un lógico paréntesis para aludir al maestro Bucataru, profesor de Guillermo Díaz. Un músico con nutrida trayectoria, provisto de exquisita afinación y temple. Con un sonido muy definido y afilado, acató su rol como un miembro más, al tiempo que marcaba las pautas de entrada para cada movimiento. Estos detalles no pasaron desapercibidos para un público que sin duda agradeció su presencia, su generosa actitud y, por supuesto, su impresionante desempeño a todos los niveles.

Desvelando las esencias de una música ajena al tecnicismo efectista y que implicó un sorprendente desarrollo progresivo, el cuarteto sonó bien compenetrado mientras tejía un entramado de ideas moldeadas sin prisa, cuyo efecto, funcional como un buen mecanismo de reloj, iba clavándose en los oídos y en la mente. La interpretación de esta tétrada ofreció un inteligente equilibrio en sus segmentos, en tanto a la sutil combinación de tonalidades menores, mayores y mixtas con otras formas de escape, en un desglose armónico-melódico, rítmico y tímbrico que se abordó y ensambló con toda efectividad por parte de los ejecutantes.

El abanico en cuatro funcionó de lujo, tan abierto como compacto, desde el inicio al fin de una obra monolítica y al tiempo multicapa, vibrante y hermosa. La exposición fue aplaudida con reconocimiento y admiración por parte de los asistentes, que posiblemente sufrimos una especie de encantamiento hechizante ante semejante despliegue de poderosa y dinámica ejecución, casi hipnótica, demoledora y anticomplaciente. Así de claro, cual rodillo inmisericorde que, con sutileza, se intercambiaba con pinceles de fino calibre para rubricar un detallado más preciso.

Ese riesgo de hacer lo que uno quiere y además saber llevarlo a cabo, hay que valorarlo. La visión periférica de Guillermo Díaz se lo ha permitido, lo que indica que su compromiso con el oficio artístico en el que está plenamente sumergido es inmenso, y que su talento y madurez, en todo rango, se han forjado a base de miles y miles de horas de trabajo, pleno amor a la Música e imparable estudio de las obras de los grandes compositores. Desde esta web, enviamos un notorio agradecimiento para él y para el resto de artistas participantes, que brillaron por derecho e hicieron las delicias del público con su actitud escénica y compenetración.

Por supuesto, no se puede finalizar sin mencionar de nuevo a la Fundación Eutherpe por su importante labor de compromiso con la Música y los músicos, así como a Dña. Margarita Morais por su impecable gestión y por la amable cesión puntual de las bonitas fotografías de su autoría que complementan este escrito.

Texto: © J. Bass (Vientos de Estigia). Fotografías pertenecientes al archivo de Margarita Morais.

Artículo de carácter cultural y lúdico, exento de afán comercial. Los logos e imágenes pertenecen a los poseedores de los derechos.

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