Hoy traigo una joya pulida al fragor del siglo XX. Hard & Heavy de primer orden, planchado en formatos analógicos e integrador de ocho canciones para escuchar del tirón y sin hacer el más mínimo ruido. Se trata de la obra maestra “Heaven And Hell” (1980), entregada por la legendaria agrupación BLACK SABBATH. Para el cuarteto de Birmingham, este disco supuso el cierre de una década… o tal vez el inicio de otra, pues más allá de los números y las fechas, el velo de la incertidumbre cubría sus espectativas. Tras dos trabajos de índole sosa, mucho menos inspirados y convincentes que el resto, las cosas empezaban a resquebrajarse.
Este fue su primer lanzamiento con Ronnie James Dio, que por aquel entonces había dejado la banda RAINBOW tras plasmar los tres discazos de estudio “Ritchie Blackmore’s Rainbow” (1975), “Rising” (1976) y “Long Live Rock ‘n’ Roll” (1978), además del directo oficial “On Stage” (1977). Entrar a formar parte de BLACK SABBATH supuso continuar en primera liga y además renovarse, algo que afectó a todo el núcleo participativo, que evidentemente incluía a Tony Ioomi (guitarra), Bill Ward (batería) y Terry “Geezer” Butler (bajo).
De forma encadenada, el conjunto se puso en manos del gran maestro y productor Martin Birch, ya una leyenda en la época. Entonces el grupo BLACK SABBATH pasó a ser algo más que una banda que se agotaba en sí misma, en su propio tedio… y brilló con nuevos timbres, acordes, armónicos, ritmos mordedores, solos de guitarra más sofisticados… y la maravillosa e increíble voz de Ronnie James Dio (que ya conocía de sobra al gurú Birch por haber hecho junto a él cada uno de los excelentes discos de RAINBOW). Con sus letras, una espectacular forma de cantar y abordando el complicado papel de frontman en una banda tan particular hasta entonces, logró dar un vuelco épico a lo que BLACK SABBATH había realizado hasta la fecha. La portada creada por Lynn Curlee encajó muy bien con el título, por descriptiva; y para la contraportada se empleó el mismo estilo utilizado por Rainbow en “Long Live Rock ‘n’ Roll».
Algunas claves del asunto: la voz de Ronnie James Dio y la guitarra de Tony Ioomi mantenían un papel cómplice que abordaba nuevos planteamientos de estilo. La labor guitarrística se había actualizado y subía un peldaño. El bajo y la batería sonaron a gloria, con una pulsación viva y segura, producto de años de complicidad en la que el bajista jugueteaba con su habitual solidez e inspiración, sin perder el groove y realizando esos típicos adornos, coletillas… mientras el baterista dominaba con soltura y dinámica, en comunión funcional. La voz de Dio esculpió afinadas, desgarradoras y sentitivas intervenciones. Sin duda, todos los participantes realizaron impecables e implacables ejecuciones instrumentales, mostrando que la finura y la garra están estrechamente ligadas entre sí. Y es fundamental citar al músico Geoff Nicholls, que en principio iba a hacerse cargo del bajo por la vacante del citado bajista y miembro fundador Terry «Geezer» Butler. Tras la vuelta rápida de este último, Nicholls se ocupó de ejecutar los teclados en este trabajo (y en los que siguieron durante muchos años, como apoyo de la formación), con los que realizó una labor excelente, sobre todo a nivel de ambientaciones.
En las sesiones de grabación, cada instrumento logró destacar por su ejecución, sonoridad, y la música empastó sin fisuras. Desde los mandos de la consola y con su profesionalidad, el director Martin Birch se ocupó de cuajar todos los parámetros de bases, riffs, armonías, melodías, solos, coros, arreglos… y de soldar con pegamento mágico esos colchones de teclado, incrustados en la mezcla con sabiduría. Con este trabajo logró uno de sus mayores hitos como productor, que ya es decir, teniendo en cuenta su palmarés.
Hablando de estas canciones legendarias, en estricto pasado para ponernos en el lugar y en el momento de la distribución estratégica del tracklist… simplemente adjetivar y sintetizar: el disco apostó por abrir con la afilada, aplomada y señorial “Neon Knights”, toda una patada cuyo final en fade out conectaba magistralmente con la inexplicablemente mágica e imponente “Children Of the Sea”, seguida por la tremenda y elegante “Lady Evil”. Como colofón, la soberbia “Heaven And Hell” (himno vocal de Dio para toda su carrera), como cierre de la cara A del vinilo y de la cinta de cassette. Recordar que en ese momento no existía el formato CD parece una obviedad, pero a la hora de reproducir música, todo era muy distinto en aquellos tiempos. Agujas y cabezales… ni laser ni historietas de digitalidad metafísica. El lado B entregó un potentísimo y melódico corte de apertura: “Wishing Well”. Sin esperas, la increíble “Die Young”, con tramos para poner los pelos de punta. Tras esto, la melódica y percusiva “Walk Away”. Como broche, el “misterio” melancólico de “Lonely Is the World”, joya con la que finaliza el trabajo. Ahí queda eso. Y “eso” fue decisivo para miles de bandas de Heavy Metal que ya rugían hambrientas.
Dada la situación estratégica, extraña y única, “Heaven And Hell” abrió el periplo de los años ochenta con la seguridad, sofisticación y robustez que solo unos veteranos curtidos en mil batallas podían ofrecer. El grupo de Birmingham subió su listón, de tal forma que, casi en modo sentencia, puede afirmarse que jamás volvería a cosechar semejante redondez, solidez y aura creativa en un trabajo discográfico. Inmediatamente, el baterista Bill Ward salió del grupo… y nunca más se daría esa reunión de astros en el estudio.
Musicalmente, hay que recalcar que aquí sonaron las trompetas de los ángeles y los aullidos de los demonios, que, en una tregua de su guerra impresa en los antiguos textos de la teología dogmática (bien descrita en Génesis y Apocalipsis, inicio y final, cara y cruz, cielo e infierno…), a espada y fuego, incertidumbre y profecía revelada, ayudaron a recrear el mensaje de los viejos papiros del Rock, implementando unos nuevos mandamientos para la comunidad del Hard & Heavy. Y no por ello hay que descartar lo personal, pues a pesar de que aquel cónclave de acciones humanas tuvo sus más y sus menos, el elenco supo estar a la altura, limar asperezas, apretarse el cinturón, exprimirse y dar rienda suelta a sus habilidades.
Lo que quedó claro con “Heaven And Hell” es que las casualidades (a estos niveles de negocio discográfico) no existen. Ronnie James Dio, experto músico de los pies a la cabeza, insufló a la banda su gran experiencia y cierta influencia de RAINBOW, de forma innegable, como puente entre dos mundos: el viejo y el que se vislumbraba, todavía por descubrir. Sí, los irrepetibles años ochenta. Martin Birch también aportó sus formas de dirección musical, con todo lo que ello conlleva. Y esto es algo que influyó en la afortunada situación general y en los propios artífices a nivel individual. A partir de aquí, la entidad BLACK SABBATH (con sus altibajos) logró facturar buenos trabajos en su trayectoria, aunque como pretendo dar a entender dos párrafos más arriba, difícilmente tan míticos y enormes, tal vez con la excepción de su siguiente obra monumental, “Mob Rules” (1981), que, como corresponde, habrá que rescatar de la oscuridad y plasmar en posteriores papiros del templo de Set.
Texto : © J. Bass (Vientos de Estigia).
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