León, entornos para ver aves

«León es una ciudad privilegiada en cuanto a poder llevar a cabo la observación de aves en libertad, en cualquiera de sus entornos: río y vereda, jardines y zonas arboladas, bosques o montes periféricos; sin olvidar su espacio aéreo, inabarcable pero fácil de «focalizar» y controlar, a grandes rasgos. Puede afirmarse que la afición ornitológica constituye un soplo de aire fresco inagotable, en el que el más pequeño movimiento o batir de alas… produce enorme satisfacción».

Este artículo va dirigido a quienes tengan la inquietud de iniciarse en la observación de aves. Simplemente trata de ofrecer una diferenciación de zonas en pro de facilitar la iniciación a dicha actividad de carácter lúdico; y por supuesto, de compartir experiencias con aquellas personas que decidan acercarse a leer el presente post. León es una ciudad privilegiada en cuanto a poder llevar a cabo la observación de aves en libertad, en cualquiera de sus entornos: río y vereda, jardines y zonas arboladas, bosques o montes periféricos; sin olvidar su espacio aéreo, inabarcable pero fácil de «focalizar» y controlar, a grandes rasgos. Puede afirmarse que la afición ornitológica constituye un soplo de aire fresco inagotable, en el que el más pequeño moviniento o batir de alas… produce enorme satisfacción.

Los entornos urbanos más internos, sometidos a la vorágine del asfalto, incluyen entre sus especies habituales a las grajillas, los gorriones y las palomas bravías, principalmente. Son aves que se codean con los edificios y que de forma habitual se aventuran a lidiar con los seres humanos, en pugna por unas migas de pan. Supervivientes del asfalto, cuyo escape frente al peligro depende de los escasos árboles y numerosas repisas de seguridad que encuentran a distancia de cortos vuelos. No son pocos ejemplares los que terminan bajo las implacables ruedas de los monstruos mecánicos.

En las zonas ajardinadas y con arboledas, parques, lo habitual es encontarse con bandos de estorninos, gorriones, carboneros y herrerillos, agateadores, pinzones, petirrojos y colirrojos, mirlos, zorzales, urracas, palomas bravías y torcaces, tórtolas turcas, verdecillos, verderones, reyezuelos, mitos… son aves acostumbradas a estar cerca del ser humano pero que, en su gran mayoría, jamás permitirán su proximidad a menos de un metro de distancia, algo aparentemente evidente pero que contrasta con aquellos ejemplares que sí se fían y llegan a comer de la mano de las personas, como las citadas palomas bravías y algunos gorriones valientes, osados y atrevidos.

Una visual al río Bernesga, desde cualquiera de sus plataformas, pasarelas… permite poder observar ejemplares de lavandera blanca y cascadeña, ánade azulón, mosquitero, cetia ruiseñor, chochín, mirlo acuático, martín pescador, garza real, avión común, golondrina… incluso en las épocas concretas, de martinete, garceta grande, garcilla bueyera. En las zonas más pobladas por la vegetación, y durante grandes tramos de su recorrido, pueden observarse ejemplares de pito ibérico y muchas otras aves ya citadas como las urracas y las grajillas (ambas en grandes bandos), garzas reales, garcillas bueyeras, martinetes… no hay que olvidar la zona del río Torío.

Las zonas boscosas que bordean la periferia son pequeñas islas ornitológicas en las que echan el ancla los agateadores, colirrojos reales, las esquivas oropéndolas, cucos, arrendajos… suelen ser lugares en los que tiene lugar la colocación de cajas nido, no solo como actividad útil para favorecer el control y desarrollo del estudio de algunos tipos de ave, sino como experiencia vital de cara a que personas más jóvenes puedan tomar contacto con estos entornos y adquirir una actitud de máximo respeto hacia ellos; sin duda, esto supone el primer paso para dar lugar a un mayor nivel de concienciación en cada nueva generación. Estas zonas suelen conectar con montes o espacios similares.

Las campiñas son pasto abonado para cigüeñas, cornejas, cuervos, estorninos pintos y negros, escribanos, busardos sobre postes y troncos, aguiluchos, milanos y águilas calzadas al acecho… y en sus arbustos descubrimos a las collalbas, currucas… en realidad, en este ámbito pueden encontarse la mayoría de las aves que se ven en el núcleo urbano, en sus diferentes zonas, aunque hay especies que es muy difícil o casi imposible poder observar fuera del marco campestre, muy habitualmente cercano a zonas boscosas y, por lo tanto, en retroalimentación con las mismas.

El alto espacio aéreo puede parecer insondable, aleatorio e inabarcable… aunque no es difícil, con los años, poder apreciar cómo algunas especies sobrevuelan ciertas zonas y no otras, como si tuvieran un territorio acotado (en realidad, desbordan los límites a voluntad, cómo no). Esto suele pasar, por ejemplo, con el milano real o el busardo ratonero, más allá de excepciones puntuales y casi imprevisibles. Por lo general, durante las diferentes etapas del año, vemos volar cigüeñas, vencejos, golondrinas, águilas calzadas, milanos negros, cernícalos… incluso al gavilán y al halcón peregrino. De forma menos común aunque para nada extraña, los buitres leonados planean muy por encima de los edificios.

No hay que olvidar las lagunas. Muy cerca de León hay varias, y en algunas de ellas es habitual encontrarse con numerosas variantes: aguiluchos laguneros, garzas reales e imperiales, garcillas bueyeras, lavanderas boyeras, «patos» de diferentes tipos, variedad de limícolas como las cigüeñuelas, avefrías, los chorlitejos, vuelvepiedras… incluso especies muy esquivas y solitarias como el rascón. La cercania a pueblos, palomares y viejas edificaciones en ruinas es clave para conectar con el avistamiento periférico de rapaces nocturnas como las lechuzas (muy escasas), mochuelos… aunque también otras que además están en los bosques e incluso en zonas arboladas de la ciudad, como los autillos.

De forma muy resumida, ya está dicho lo que este post trata de transmitir: el respeto al entorno cotidiano, bien sea en forma de baldosas, marquesinas, fuentes, árboles, hierba, tierra, juncos, agua fluvial…. y por supuesto, a todo tipo de seres vivos. En estos últimos años ha aumentado el número de personas disfrutan en silencio de la visión cercana de una garza real en plena faena de «caza y pesca» sobre el río, y esto es algo que se evidencia con una simple mirada de correspondencia y complicidad. La observación ornitología otorga innegable disfrute para los sentidos, aunque también cierto grado de tranquilidad, mesura y cordura en un mundo revuelto.

Texto y fotografías: © J. Bass (Vientos de Estigia).

Artículo de carácter cultural y lúdico, exento de afán comercial. Los logos e imágenes pertenecen a los poseedores de los derechos.

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