
Abordar una reseña de este trabajo supone un ejercicio de conciliación y reconciliación, al menos por parte de este servidor hacia una agrupación tan legendaria. Su historia sugiere soles y muchas sombras, dado que en mi opinión, la etapa dorada de los Sacerdotes del Metal quedó forjada entre 1980 y 1990, mientras todo bullía a velocidades cegadoras. El resto, hasta hoy y puesto en una balanza, podría quedarse en pocos gramos frente a kilos y kilos. He comprobado demasiadas veces que no suele tenerse lo suficientemente en cuenta el peso del gran legado de JUDAS PRIEST comprendido desde sus inicios hasta “Ram it Down” (1988), posiblemente porque el Thrash Metal se lo comió casi todo y dispersó las ideas con sus vientos galopantes, por no hablar del Power Metal… dando pie a que los propios JUDAS PRIEST, antiguos instigadores de los estilos citados, quisieran reinventarse. Por desgracia, sin conseguir mantener ese alto estatus de óptima calidad compositiva para el tipo de banda que representaban («Pure Priest«). Eran tiempos difíciles para toda banda heavymetalera viviente, tiempos de tomar decisiones críticas: o asumir riesgos o ahogarse en la vorágine. Los grupos surgían a centenares, en múltiples estilos, y pegaban duro. Lo difícil no era hacer un disco cañero y pulido, con portada llamativa, shred a porrillo, molón y ya está… sino ser original en tiempos originales, precisamente por difíciles, turbios y cambiantes. Hasta para los thrashers.

En 1982, la banda JUDAS PRIEST se encontraba entre sol y sombra ¿qué pretendo transmitir con semejante afirmación? Pues que toda su discografía hasta “Point of Entry” (1981), muy bien conocida en el ámbito del Hard Rock y del Heavy, constituía un sólido baluarte desde el que poder reivindicar su enorme veteranía en la escena… con un handicap tan visible como aparentemente oculto.
Hay una magistral frase en la película “Per un pugno di Dollari” (1964, Sergio Leone), expresada mediante la parca y eficaz interpretación de Clint Eastwood: “A un lado los Baxter, al otro los Rojo… y yo, en medio…”. Esta filosofía tan explícita como irónicamente metafórica y de doble capa respecto a saberse “en tierra de nadie” y a su vez atrapado entre dos cuchillos (la generación de DEEP PURPLE y la generación de IRON MAIDEN), de forma consciente o insconsciente, situó y aún sitúa a JUDAS PRIEST en la escena del Heavy Metal. Siempre por encima, rozando la cumbre, pero nunca dominando de verdad. Por mucho que se diga, por muchos discos lanzados a partir de 1990 hasta hoy, por mucha eterna “juventud”, esta gran banda reinó en los años ochenta y comenzó a decaer en el primer ciclo de los noventa del siglo XX, justo cuando parecía reinventarse y justo cuando, al poco, el vocalista Rob Halford dejó la agrupación.

No hablo de calidad instrumental, no me refiero a su compromiso con el estilo que abanderan, sino a que para bien o para mal, han arrastrado consigo el éxito y gloria del pasado sin haber podido revalidarlo a un nivel correspondiente en los últimos años, a pesar de los discos funcionales que hayan editado tras el regreso de Rob Halford y más allá de si gustan más o menos a un público o a otro. Sinceramente, y sin siquiera tener que aludir a la etapa que comenzó con su trabajo más archiconocido y culminó con la caída al pozo de la ingratitud metalera y que además supuso la despedida de Ripper Owens, pienso que jamás recuperaron su estatus real, ni siquiera en adecuada adaptación a los nuevos tiempos… posiblemente por haber perdido cierto rumbo musical compositivo y la capacidad de convocatoria ante las nuevas generaciones, principalmente. Habrá quien diga que esto es lo correcto, que las cosas son así, que no está hecha la miel para la boca del asno, que «menos es más», pero también quien aborrezca mis palabras y defienda a lo que hoy queda de JUDAS PRIEST (una sombra, sin entrar en detalles).
En definitiva, pienso que con esto es suficiente para dar a entender que no puedo hablar de “Screaming for Vengence” sin expresar que, para mí, aún continua siendo no solo el que más me gusta, sino el mejor trabajo de JUDAS PRIEST, posiblemente el mejor disco de Heavy Metal de la historia. Y que salvando sus posteriores trabajos de aquella mítica década de los ochenta, todos los demás, inclusive “Painkiller”, son otra cosa, otra banda, y no una simple evolución o adaptación al medio. Para este perro viejo estigio, la introducción verborreica ha sido muy necesaria, ladrada exclusivamente en aras de despejar la incognita del idealismo y, ahora sí, poder dedicar algunas apasionadas líneas, de forma sobrehilada, por supuesto (el resto es historia, para quien quiera profundizar en la misma a través de la Web, vídeos, libros o Liner Notes de los discos), al que considero mi segundo o tercer disco favorito del estilo Heavy Metal.

“In illo tempore”, la formación estaba integrada por Rob Halford (voz, composición), Glenn Tipton (guitarras, composición), K.K. Downing (guitarras, composición), Ian Hill (bajo eléctrico) y Dave Holland (batería). En renovación inusitada, sin dejar de ofrecer discos año tras año, los “sacerdotes” JUDAS PRIEST forjaron una cumbre sonora mediante su trabajo más agresivo y posiblemente maduro hasta aquella fecha (1982). Mutando como camaleones, procedentes del sonido relativamente americanizado de “Point of Entry” (1981), su disco anterior, Así nacía “Screaming for Vengeance”, una obra que asentó a la entidad Judas Priest en su bien merecido trono, sudado con sangre, pericia y vatios en cada escenario. Poder decir que en una discografía, en los discos que alguien ha grabado con su banda, se encuentran “Sad Wings Of Destiny”, “Sin After Sin”, “Killing Machine” o “British Steel”, y además contar con un mítico álbum de la talla de “Unleashed in the East”… en este mundo, es tarea reservada a un número de privilegiados cuyo número se cuenta con los dedos de ambas manos, y aún sobran.

El productor habitual de la banda, Tom Allon, dotó a este trabajo de un sonido más pesado, factor que infliuyó mucho en su éxito. Respecto al tipo de producción de la época, a pesar de contar con unas impecables y crudas bases rítmicas de brillante sonoridad como fueron las de “British Steel” o “Point of Entry” (en ambos discos se mantiene un aura muy limpia, setentera), el endurecimiento sonoro de la batería de Holland constituyó una de las claves a la hora de imprimir un temple contundente e impactante, mediante otro concepto de mezcla entre bajo y batería, menos cristalino y bien untado en caña y potencia. En mi opinión, el sonido base de “Screaming for Vengeance” pivota en torno a esa caja de esencia gruesa y dura, redonda. que admite generosa reverberación de sala y no pierde peso. Este tipo de sonido de batería fue el culmen, dado que a partir de aquí, la producción del magnífico “Defenders of the Faith” (1984) ablandó bastante el ataque de la caja, en un afán de acuoso y cutre modernismo, por no hablar del sonido más potente pero popero y sampleado de, eso sí, el excelente disco “Turbo” (1986).

Así que aplicaron nuevas directrices y jugaron las bazas correspondientes para poder elevarse en el trono. Si antes serraban el ambiente con su potente ritmo, con aquel nuevo disco escupían fuego y entregaban la mejor base de bien medidos ritmos percusivos para sustentar las pétreas líneas de bajo de Ian Hill. La cuchilla afilada y el trueno impregnaban la voz de Halford, y a todo esto se sumó la exquisita violencia sónica emitida por las hachas de Tipton y Downing, el dúo guitarrístico del momento (con Dave Murray y Adrian Smith, de IRON MAiDEN, siguiendo fuertemente sus pasos). Aquello supuso el límite entre el antes y el después, una rotura con el pasado a través de canalizaciones energéticas de autorecliclaje y de simple reinvención, un mérito incontestable que les hizo subir bastante, aunque también hay que decir que casi todas las bandas de aquellos años mantuvieron unos niveles excelentes. Además, el endurecimiento de la música de JUDAS PRIEST sirvió para, en general, abrír campo en cuanto a creatividad, técnica y estilos por parte de otras agrupaciones que tomaron algunos de esos elementos como seña, caso de los propios Slayer, casi nada.
“Screaming for Vengeance” lo dice todo con su propio título… pico y garras, alas de metal, del más puro “acero británico”, renovado y agresivo como nunca, cortando el aire para hundirse en nuestra carne. Sus bases son poderosas, sus guitarras rítmicas establecen murallas y sus solos de guitarra lanzan chispas de garra y puro feeling. La voz quedó representada como el modelo idóneo del Heavy Metal, a pesar de que monstruos en sus respectivas parcelas como Eric Adams o Geoff Tate, entre muchos otros, fueran diseñando sus propias normas, marcando el terreno con notoriedad.

Esta obra magna editada por Columbia y CBS se grabó en España, en los Ibiza sound Studios, posteriormente renombrados como Estudios Mediterráneo, por los que pasaron potentes agrupaciones españolas como ÁNGELES DEL INFIERNO, OBÚS, PANZER o ÑU. No era la primera vez que JUDAS PRIEST grababan en aquellas instalaciones, al amparo de un gran equipo tecnológico y un paraje paradísiaco. En este caso, el ingeniero Louis Austin se hizo cargo del sonido (por tercera vez, tras participar en los dos anteriores trabajos de la banda), y el habitual Tom Allon de la producción. No obstante, “Screaming for Vengeance” se mezcló y finalizó en dos estudios de Florida. El bien balanceado resultado continúa vigente, en forma de canciones inolvidables, más allá de toda personal adjetivación y a pesar de que aún hay muchísimas cosas que podrían decirse.
Para la portada se escogió al ilustrador canadiense Doug Johnson, y en ella nos entregaron a Hellion, cual mito de Lucifer resucitado a través de un águila de hierro que en realidad representaba la idea del fénix renacido, encarnado por el Horus metálico. Este pajarraco de la guerra estaba muy en consonancia con la indisimulada simbología gnóstica de JUDAS PRIEST, que desde su génesis, tiene al ángel caído como sugerente entidad de referencia, enmarcado en variedad de formas, símbolos, y en no pocas letras de canciones: “One for the Road”, “Rocka Rolla”, “The Ripper”, “Let Us Prey / Call for the Priest“, “Before the Dawn”, “Evening Star”, “Judas Rising”, “Devil´s Child”, y así hasta mañana… Lucifer, Horus, báculos cruciformes emulando al candelabro cabalístico y el gran ojo eléctrico que todo lo ve, todo ello dando mayor relieve a la mitología de tinte ocultista que la banda fue creando desde los inicios, una seña diferencial que jamás ha abandonado.

Poner el disco y dejarse llevar por la sobria y hechizante introducción “The Hellion”, en conexión con “Electric Eye”, continúa siendo un ritual inexplicable. Ambas piezas conforman un núcleo imbatible: la voz flota, recita y arrasa, de forma determinante, y el solo quema junto a las melodías dobladas. La dureza heavyrocker de “Ridding on the Wind”, con sus flipantes palancazos guitarreros y la pesadez metálica en Fa sostenido menor de la aplastante “Bloodstone” consiguen hilar la intensidad en orden ascendente, para conceder un respiro tonal y destensar la atmósfera a través de las duras y melódicas “(Take These) Chains” (canción cuya autoría no pertenece a la banda) y “Pain and Pleasure”, ambas comenzadas en el tono de La bemol menor y La menor, respectivamente.
“Screaming for Vengeance” fue el corte escogido para abrir la cara B. Este tortazo a mano abierta, un cañonazo directo al pecho, no dio título a esta obra por casualidad. Estamos ante un tremendo himno heavy que continúa poniendo la piel de gallina, en el que los rockeros riffs son hábilmente encajados sobre una base rítmica precisa y potentísima. Contiene solos de guitarra imponentes y un doble punteo marca de la casa que aún inmortalizó más la faceta legendaria del dúo Tipton-Downing.

En primera instancia, el gran éxito buscado por la banda se obtuvo con el corte “You’ve Got Another Thing Comin’”, a medio tiempo y con un empaque de batería alucinante, por básico y potente. Los redobles de Holland, precisos y marca de la casa, son fuego para las mentes. Imborrable canción, comercial, sí, y además contenedora de un solo de guitarra inolvidable, así como de un ritmo contundente y semivacilón que no deja títere con cabeza. ”Fever” es, posiblemente, la joya del disco. No oculta, pero sí colocada en un lugar muy estratégico. Esta canción baraja varios estados de ánimo y se desarrolla mediante un duro e intenso crescendo emocional, a veces parapetado por una sección acústica y suave, bastante sutil, que además se emplea como parte introductoria del corte. Rob Halford canta de forma magnífica, y un detalle interesante reside en la martilleante línea de bajo de Ian Hill, que en su arreglo armónico aporta diversos pedales, simples, que confieren un interesante efecto de tensión con el que además se logra aportar buenas sensaciones sonoras. Y ya, la definitiva “Devil´s Child”, rockera y heavy, con un pie en el pasado y otro en un presente que cada vez caducaba antes, en cuanto a la increíble estela de estilos surgidos y en continuo reacondicionamiento que se produjo en la década de los pasados años ochenta.

Ese mismo año y en pleno World Vengeance Tour, la banda registró un concierto en el Mid South Colisseum de Memphis (Tennesse), que en su día salió editado en videocasete como «Judas Priest Live» y al que llamábamos El “Menfis” de los Judas. Posteriormente se reeditó en DVD bajo el título de «Live Vengeance ’82«, y aprovecho para mostrarlo mediante una captura del material de mi colección, así como he puesto imágenes del vinilo original y de dos ediciones en CD de “Screaming for Vengeance”. La primera de ellas salió en 2001 en la serie The Remasters de Sony, Music, la segunda en 2012, con motivo del 40 aniversario del disco que nos ocupa. Esta edición incluye interesantes e inéditos cortes en vivo que solo estaban disponibles en bootleg, además de que incorpora un DVD con el mítico concierto ofrecido por JUDAS PRIEST en San Bernardino (California), enmarcado en el histórico evento The US Festival, el 29 de mayo de 1983. Los créditos indican que el audio del concierto está mezclado por el productor Tom Allon y por Richie Kayvan. Fue un detalllazo el haber agregado este material de forma oficial, dulce extra para los fans y para la posteridad.


Con este trabajo conquistaron el mercado americano, por fin, tras dejarse la piel en las tablas y en la concepción de obras maestras del Rock. Si alguien había producido Heavy Metal del verdadero, habían sido ellos, pero además desde bien lejos. “Screaming for Vengeance” fue y aún es el estereotipo ideal, por derecho, a nivel de dureza clásica, estilo… y de sutiles concesiones comerciales. En resumen, esta monolítica obra maestra del Heavy Metal se nutre de contenido variado y entrega energía de la buena. Incluye grandes interpretaciones instrumentales y, sin duda, apuntaló la leyenda de Rob Halford para siempre. Desde las catacumbas, reivindico el reconocimneto máximo para esta entrañable formación dorada que se mantuvo en los alucinantes años ochenta (Halford, Tipton, Downing, Holland, Hill), y solo queda decir que, quien pueda y así lo desee, “pinche” este maravilloso trabajo y lo disfrute… lo conozca o no. En ambos casos, flipará o incluso reflipará. ”Reading on the Wind”….
Texto: © J. Bass (Vientos de Estigia).
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