
Como todo mes del curso temporal, octubre ha llegado para quedarse y plasmar su impronta; frase de apariencia insulsa, de evidencia plausible, que no sugiere sino un revenido cliché y un “hablar por hablar” o “decir nada”. Más que posible error. El décimo periodo de 2025 parece cualquier otro o como cualquier otro, y a pesar de todo, es único, demasiado único ¿Qué ha sucedido en el octubre de cada cual? No lo sé, pero seguro que no pocas personas han podido asistir al espectáculo de las musas de lo desapercibido o de la cíclica monotonía. Para quien suscribe, se han abierto las puertas de nuevas vivencias interesantes. Por cierto, el planeta huele a azufre. Los tiempos vuelan, y el camuflado diablo da pasos de gigante, mientras deja al gran coloso Mazinger Z a la altura de un par de champiñones en la pizza de la confusión, aderezada con guitarreo y tralla. Este octubre no es como ningún otro, el milenario velo de la diosa aparece y desaparece, se cierne y advierte, en los días y en las noches, cual calma que, en lo no visible, presagia las garras de la tormenta.



Antes de afrontar lo que sigue, he de recordar un valioso momento sucedido días atrás, cuando Nano y Ana, dueños de los preciosos caballos de monta que aparecen en las siguientes fotografías, nos contaron cosas acerca de yeguas, potros y otros temas relacionados con su actividad. La verdad es que se mostraron totalmente acogedores, algo muy de agradecer en estos casos. A los pocos días, los potros ya no estaban con sus madres, pero ellas continuaban felices, lo mismo que sus vástagos, sin duda, cuidados al máximo por esta pareja de auténticos currantes. Las siguientes imágenes pertenecen a diferentes momentos de este año, entre marzo y septiembre.






Posar la mirada sobre los caballos es una experiencia relajante, estos bellos cuadrúpedos no entienden de batallas dialécticas, tampoco de profecías ni de advientos. Solo saben que alguien a quien conocen muy bien, los mueve de sitio para proporcionarles buena hierba, o en todo caso, cuando ya se ha terminado el verde manjar, llevarles más forraje para su mantenimiento. Asimismo, transmiten ese carácter noble que poseen, especial, a quien sepa recibir ondas de impactante hermosura. Dos yeguas se dan al proceso de ingestión en sugerente montaje estético, una me chifla y la otra también, aunque la “blanca” tiene atrapados mis sentidos, ya que evoca a Pegaso en los campos del Olimpo o al mítico Babieca. La fotografía de ambos equinos con las cabezas cruzadas, escogida con toda intención, simboliza un recuerdo inolvidable, justo en un momento en el que, tal vez, vuelvan a generar vida en su interior, al margen del tiempo necesario para que se produzca tal fin. Digamos que para este estigio irredento, se cierra una fase y se abre otra, siempre desde el solapado paso vorticial, invisible, pero profundo como clavo sobre madero. Ver a aquellos potrillos crecer poco a poco, hace meses, resultó un espectáculo. Hoy se sella el vínculo con el ciclo que les corresponde vivir en esta realidad. Correrán nuevas aventuras, pero por separado. Tras el mimo de las yeguas, toca aprender a enfrentarse con diferentes sinos. Ahora, la carne, las crines y las pezuñas se sueldan con el metal, en un objeto simbólico, fotografiado en mi barrio sobre el capó de un muy bien cuidado C 2CV, que soldará y reforzará estos recuerdos para siempre. Doy las gracias a Ana y a Nano por su amabilidad y sencillez, también por dejar que los caminantes puedan ejercer el disfrute mientras pasan al lado de sus caballos y, por algunos instantes, se ensueñen con tiempos homéricos.






Pero estábamos con octubre, la hierba se nutre de mantos de hojarasca, rojizos y amarillentos. Los castaños llevan semanas dando fruto, y sus punzantes proyectiles llueven de forma habitual. Es este un gran y vigente ritual de la naturaleza al que, desde hace siglos y siglos, se aderezan las otoñales festividades que casi de forma inmediata conectan con las saturnalias, aunque en realidad todo parezca un mismo culto establecido jornada a jornada, durante todo el año ¿Durará, perdurará?






En estos últimos días se han fraguado varios acontecimientos en la ciudad de León. Asimismo, acaba de dar comienzo la “XXXII Feria del libro antiguo y de ocasión”. Hay de todo, aunque maravilloso es el arte de los viejos papiros y pergaminos, hoy fraguados en fabulosas páginas de pergamenata que dan soporte a la impresión de magníficos tramados estocásticos. Al margen de sus técnicas o formas de presentación, el Libro de Revelaciones indicaba e indica que llegarían tiempos convulsos, tiempos que calcan la realidad actual, aunque parece que dicha actualidad lleva tiempo calcando los augurios establecidos como ineludibles. Los “manejados” manejan, ocultos en su disfraz inocente, perfecto abrigo para un sugerente otoño y el más crudo invierno nuclear. Teatros de la vida, vidas en cada teatro. Eso sí, Cronos, despiadado y a través de sus mecanismos de agujas, nos indica que ya queda poco tiempo.











Al igual que cada año por estas fechas, los ecos de las Fiestas de San Froilán aún resuenan por el centro de la ciudad, aunque ya como simple espejismo amortiguado. Y claro, la simbólica Plaza de San Marcelo (o Plaza de las palomas) es uno de los focos importantes del asunto, siempre presente por óptima localización y encanto. Está muy cercana al emplazamiento en el que siempre se ubica el mercadillo medieval, por cuyo itinerario suele fluir un cada vez más pálido y comedido jolgorio, en general, aunque hay que señalar las notables excepciones a cargo de los aún incombustibles de turno y de corazón, que ejercen en los puestos de venta o pasean por las adornadas calles con atención a no pocos detalles de apariencia irrelevante. El citado itinerario conforma uno de los mayores atractivos de esta parada anual, dado que los puestos discurren por lugares emblemáticos como la calle Ruiz de Salazar, la Calle Cid, la Plaza de San Isidoro o la Plaza de Santo Martino, que mantienen un aire clásico y apropiado para semejante asunto.







Encontrarse con artesanos carismáticos es un placer, pues por momentos nos trasladan a sus antiguos mundos a través de conversaciones que en ocasiones parecen eludir la presente línea temporal. Otra cosa es cómo compaginar las formas tradicionales de trabajo con los actuales estilos de vida, sometidos al estrés de la pequeña pantalla y a su sobreinflujo. En este caso, utilizan la tecnología para promocionarse, de forma inevitable, aunque da la sensación de que algunos de ellos viven al margen de sus efectos, o al menos eso parece, insisto. Tal vez sea la única forma de trasladarse mentalmente a un mundo de cordura, “hilando cuerda” y apenas levantando la cabeza del ovillo, sea cual sea la actividad a realizar. El trabajo del artesano es duro, concreto y al tiempo creativo, curte el cuerpo y el alma, pero tambien quema. Lo que reconforta cuesta, y para ganarse el pan de forma original, no basta con calzar ropa de época, más bien hay que “reconfortarse” mucho y aislarse en cierto grado, se cree o se recree.









Es un lujo poder observar a estas personas que realizan trabajos increíbles con los que consiguen, con mayor utilidad física o espiritual, llegar a un público variopinto. Musas de convenientes confluencias me llevaron a detenerme ante varios puestos, aunque solo pude entablar conversación con unos pocos artesanos, como suele ser habitual cada año. La imaginación humana es algo cuyo valor no puede medirse, y lo que más me gusta es aquello que de una idea rudimentaria y con simples materiales nobles (cuero, piedra, papel, tinta, pinturas, esparto, metales, vidrio, madera…) logra producir objetos sorprendentes, más allá de su utilidad y empleo. Lo alucinante de estas situaciones es que nunca sabremos si saldremos de la feria con una taza con el logo de algún grupo musical, un arcaico e irresistible poster de la más mítica banda de Heavy Metal predictivo por excelencia, deliciosas rosquillas frescas, un tentador trozo de riquísimo queso, una pulsera de plata, una cartera o un cascanueces… lo dicho, suele ser algo imprevisible, al menos en gran medida. Y ese factor sorpresa al que casi todos estamos sometidos es muy importante a la hora de dinamizar las compras y las ventas. Nunca se sabe lo que podemos ganar o perder, pero el juego de la feria es imprescindible por su tradición ancestral y por lo que implica a nivel de contraprestación, tanto si hablamos de utensilios, productos de primera necesidad o simples artículos ornamentales. La historia se ha forjado con este tipo de comercio, y ver cómo se diluye por causa de unos tiempos tan extraños como convulsos, parece algo bastante triste para el devenir del ser humano. El que mejor conoce estas cosas es el gran Dragón de la advertencia, siempre aparentemente inofensivo pero bien presente en cada imperio, paradigma, calle, ámbito y oportunidad, sobre todo en los fines de ciclo.






Uno de los artesanos con los que hablé se llama Fabián Pazos, gerente de Cristal y Fuego. Su trabajo es hechizante, maneja el fuego de los sopletes y el vidrio como quien chupa un caramelo, conoce las propiedades de estos dos elementos y las conjuga magistralmente con el aire que hace brotar de sus propios pulmones, por no hablar del dominio que ejerce con las manos, ágiles, firmes y definitivas a la hora de tantear las formas y manejar los precisos tiempos de pura fragua. Tras verle actuar con semejante maestría, no pude evitar solicitar la reserva de esa pieza que, casi producto de un proceso de metamorfosis, colocó sobre su mesa de trabajo ante el asombro y respeto de los no pocos espectadores. Tras una brevísima charla ajustada a las circunstancias, nos emplazamos al día siguiente para recoger el objeto. Una vez llegado ese momento, concertamos una entrevista para esa misma tarde, que Fabián me concedió amablemente y que será publicada lo antes posible en la sección CeDC (Cables en Distancias Cortas) de esta misma web. Aún hubo tiempo para la despedida, a última hora del día seis, mientras la noche se cernía y la feria daba sus últimos coletazos de 2025. Excelente charla, oído cocina y ojo al parche. Su cisne de cristal, inédito patito feo que fue transformado en ave celeste, será un objeto para el disfrute diario y el grato recuerdo. Y esta última frase no surge porque sí: es evidente que la mitología occidental y las fábulas, cuentos, nos han forjado en gran medida, a través del pensamiento helénico y romano, y más tarde con los planteamientos medievales y renacentistas que han ido derivando hasta hoy. Así que sirve como herramienta perfecta para colocar cada pieza en su anaquel imaginario. Doy las gracias a Fabián, carismático mago del fuego y del vidrio, por compartir su sabiduría y su pensamiento filosófico.



Otro de los artesanos con los que hablé se llama Alberto Almagro, su aspecto de patriarca bíblico combina perfectamente con la reciedumbre, cualidad indudable para ejercer el oficio de artesano del cuero y otros materiales, en el que se maneja entre tenazas, remachadoras, pieles de cocodrilo y otras bestias de índole carnívoro, así como de bóvidos y cérvidos. Cuernos, astas, cinturones con potentes hebillas, fundas para cuchillo o tremendos zurrones, forman parte de su durísimo repertorio. Lo bonito de este auténtico taller artesanal es eso, que se muestra tal cual, en desordenado orden que no deja lugar a dudas de que aquí se curra, y bien duro. Alberto, apodado artística y comercialmente como “El pirata artesano”, me contó muchas cosas acerca de las no pocas dificultades burocráticas con las que este tipo de oficios han de lidiar día a día, por causa del manejo de pieles y cuernos en función de las legislaciones vigentes, principalmente. También pudimos compartir impresiones acerca de diversos temas culturales relacionados con la piel y la carne de cocodrilo, que nos llevaron a otras cosas sin salirnos demasiado del redil. En definitiva, tuvimos una charla instructiva, desenfada e interesantísima. Ahora, viendo las imágenes y los dracónicos mantos que aluden a saurios arcaicos, no puedo evitar pensar en el dios Sobek, señor de las aguas. Para mí y desde ya, la imagen de El pirata artesano en su puesto-taller queda ligada simbólicamente a las orillas del mítico oasis de Fayún, aunque también a los impasibles zuagires del desierto y a sus tiendas de campaña. Por unas cosas u otras, todo mi agradecimiento para Alberto Almagro, que no falten la salud ni las buenas ferias en las que poder realizarse, trabajar y exponer.



El último labrador de la materia con el que pude conversar se llama Julián Etayo, navarro de nacimiento y sumergido hasta los tobillos en la manufacturación de cuchillería de tradición argentina, a través de su empresa Cuchillos Artesanales Filo Pampa. “En España se hacen navajas, yo forjo cuchillos”, fue una de las primeras cosas que me dijo, lo que en parte, es cierto. Sus utensilios, auténticas máquinas de trinchado y corte, están pensados para ser utilizados en la mesa, aunque visto lo visto y su eficacia (cortaban el papel como si traspasasen mantequilla), bien podrían tener diferentes usos privados, orientados al recorte de pequeñas maderas para la realización de tallas o cosas similares. Lo que más impacta de su obra es el carácter tribal de cada una de las piezas, provistas de unos mangos muy atractivos y de cómodo agarre, así como de una hoja tremendamente hermosa y bien afilada. Las fundas de cuero no son menos alucinantes, y aúnan la sencillez práctica y la robustez con la ornamentación gaucha y pampera. Entre las muchas cosas que me contó en poco tiempo, habló de la importancia de utilizar piedras de afilar al agua, imprescindibles para poder mantener las magníficas hojas en correcto estado de operatividad. También me contó algunos detalles sobre sus proyectos para 2026, y se le notaba muy ilusionado. Desde aquí aprovecho para dar las gracias a Julián por su cordialidad y además desearle toda la suerte del mundo. Claro, si tuviese que situar a este mago del metal y la madera en un enclave memorístico, nuestro cuchillero sería un guerrero azteca, incluso maya, digno del reparto de un film tan extraordinario como “Apocalypto”, más allá del bando al que perteneciese. Él regalaría a su hijo el cuchillo transgeneracional, símbolo de quien también lo ha heredado y además ha sabido utilizar con provecho. Qué casualidad, ha vuelto a salir la palabra apocalipsis en uno de mis papiros ¿será por querencia o será por instinto? Ya veremos. Solo sé que cada vez que hablo con alguna persona desconocida, suele abrirse como un libro, señal muy humana y reconfortante para quien suscribe. Y escribir sobre estas pequeñas experiencias, artesanales o mundanas, vale la pena.



Tras el humo y el olor a cuero curtido, empanada, queso y rosquillas, llegó la calma de los siguientes días, con sus resacas metálicas y el cotidiano y más sosegado paso de viandantes. Hasta la figura de Gaudí, impertérrita en su banco, debió de agradecer cierta vuelta a la tranquilidad, aunque dicha estatua jamás dejará de conocer a miles y miles de seres humanos que escogen compartir banco con ella, compulsivamente. Y precisamente por el sosiego presupuesto, decidí acercarme al Parque del Cid, ese lugar relativamente tranquilo en el que puede verse pulular al gorrión o al mirlo, a la tórtola turca o al estornino negro. Ya no sonaban las fanfarrias, salvo en mi mente. Y allí me encontré con una llamativa estampa de coloridos elementos “munchianos” a nivel morfológico, aunque también viví una especie de Déjà vu “bancario”, al fin y al cabo. Alguien de espaldas a mí, sentado sobre piedra, dibujaba el mítico olivo y su conjunto ornamental. Dado que esta figura me sugirió visos de creatividad y cordura, no fue difícil entablar conversación con el dibujante. Así conocí a Cruz Rodríguez Yugueros, que me contó cosas acerca de sus inicios en el mundillo de la pintura y sobre los formatos que suele emplear para plasmar cada trabajo; además me mostró amablemente un montón de fotografías en las que su obra luce a pleno color, con atractivas combinaciones y sugerentes figuras. Le gusta la plasmación espontánea tras ciertos momento de relajación preparatoria, y se nota que lo vive en primera instancia, que lo lleva muy dentro y que esta forma de expresión es, en gran medida, una necesidad personal y espiritual. Creo que tiene originalidad, y espero que le vaya muy bien en relación a sus planes de proyección profesional y futuras exposiciones, tras haber dejado de ejercer otro tipo de actividad, en este caso de venta al público, durante muchísimos años. O mejor dicho, durante toda una vida, que se dice pronto, precisamente en el entorno de la Plaza de San Marcelo. Todo se cierra, hasta los círculos de apariencia aleatoria. En definitiva, Cruz me pareció una persona sensata y cercana, muy amable, con sensibilidad artística y gran periplo vital. Por si alguien tiene interés en su obra, hay que señalar que en las redes aparece con la siguiente denominación específica: cruz.art.03. Aquí pongo algunas fotografías que pude hacerle, tras obtener su permiso para publicar la síntesis de esta, para mí, bonita experiencia humana.








Y bien, toca añadir bloque de biología animal. No tengo demasiadas imágenes de esta temporada, marcada por la marcha de los papamoscas grises y los papamoscas cerrojillos, tras su habitual parada de septiembre. Las fotografías insertadas a continuación pertenecen al tramo final de septiembre y a los días que llevamos de octubre. La mayoría de ellas están realizadas en el entorno de la ciudad, y casi todas son de aves, con algunas excepciones. Estas son las especies: Abubilla, ánade real, barbo, caballo, cangrejo señal, carbonero común, chochín, colirrojo tizón, corneja negra, corzo, escribano soteño, gallineta común, garza real, gorrión común, grajilla, halcón peregrino, herrerillo común, jilguero, lavandera blanca, lavandera cascadeña, mariposa, martín pescador (contraluz), mirlo, mosquitero, morito común, paloma bravía, paloma torcaz, papamoscas cerrojillo, papamoscas gris, pato criollo, pavo real, petirrojo, rana, reyezuelo listado, ruiseñor bastardo, tórtola turca, urraca, vaca y verdecillo.



















































No hay final que no aluda a un principio: la luna llena del día siete nos advierte sobre próximos acontecimientos, viejos como el remoto pasado, nuevos como pulidos eones. Al igual que Osiris, desaparece y renace, aunque en su caso, el proceso es mucho más largo que el de una simple puesta y salida del nuevo sol. En el mundo estigio, ese ciclo mensual se corresponde con un simple día que se desarrolla en dimensiones contiguas y a la vez en esta misma. Ante este dilema, pienso que no hay que tratar de comprender los verdaderos misterios, son indescifrables. Y ahí reside su potencia, en la imposibilidad de dar una respuesta coherente, dado nuestro paradigma mental ¿Cuántas capas se ocultan tras el símbolo, de modo encadenado? ¿Y cuál de ellas es la auténtica? ¿Qué cubre? Tú, que buscas, sal a buscar: solo la avidez te permitirá poder vislumbrar lo que está oculto ante tus ojos y aquello que crees ver… pero que no es sino otra cosa tapando a otra, y otra. El rodillo no para, gira sin piedad mientras la metáfora demuestra y establece aún más que, ese autómata de un futuro ya presente desde hace siglos, resiste de forma infinita y sin precisar de combustible, lo que entraña el mayor modelo de obediencia soñado por algún demiurgo de medio pelo. La diosa continúa tan a la vista como oculta ante los ojos del profano. Prometeo ayuda a invocar las fuerzas del equilibrio, mientras el flujo perpetuo de masas ausentes, al son del trance de las calles, obvia que vivimos en un infierno manejado por la simpática y espeluznante bestia que a su vez tira de los hilos del propio diablo. “Aquí está la sabiduría. El que tenga inteligencia calcule el número de la bestia, porque es número de hombre. Su número es seiscientos sesenta y seis”. (Apocalipsis 13:18, Nacar Colunga, 1944). Ya no quedan ni los ecos de la feria, pero el aire porta esencias de rosquilla quemada.









Solo se me ocurre una cosa más, para finalizar la presente exposición: qué grande es lo que aparenta ser pequeño. Ah, y que en ocasiones, una garra amiga, incluso una sombra o un contraluz, valen más que mil palabras. Sobre todo a la hora de simbolizar un gesto de cordialidad, humano, felino o falcónido.



Adiós, amigo Horus alado, yo también te saludo. Esperaré tu regreso (como otras veces) o te recordaré para siempre. Vuela libre, gran halcón, tanto en este plano como en la vida más allá de la muerte, Isis y Maat continuarán velando por ti, eternamente. Salud, hasta el próximo papiro.

Texto y fotografías: © J. Bass (Vientos de Estigia).
Artículo de carácter cultural y lúdico, exento de afán comercial. Los logos e imágenes pertenecen a los poseedores de los derechos.
No está permitido utilizar los materiales de este artículo sin citar la autoría y la fuente original de publicación.