Recuperación de antigua reseña personal, traída a Vientos de Estigia para continuar recordando aquellos viejos discos que, de forma discreta, iban revolucionando poco a poco los esquemas de la música Heavy Metal en clara evolución hacia un endurecimiento del que solo se podía salir de dos maneras: o cambiando con las tendencias masivas y ablandando el sonido (vivir o morir, vivir y morir) o mediante el mantenimiento de una férrea propuesta y convicción musical en unos en tiempos de evidente transición hacia el Death Metal. Entrar en este último pack significaba sumergirse en el puro underground, una apuesta muy arriesgada aunque no exenta de coherencia idealista; y sin embargo, algunos grupos apostaron por no vender sus almas tan pronto. He aquí una banda que debutó tarde, pero lo hizo con la cabeza bien alta y sin un ápice de sónica concesión, con un disco durísimo y solo apta para thrashers de pura cepa.
He aquí un tesoro desenterrado, realizado por fanáticos de Thrash para fanáticos del Thrash. La verdad es que, en comparativa con otros discos, “Do or Die”de la banda americana VIKING apenas trascendió, salvo para unos cuantos flipados; tal vez por pretender, sin quererlo (quién sabe), dar la vuelta a la tralla por medio de tralla, aunque con el acierto de no desvirtuar el estilo en cuestión, al igual que los potentes SADUS, banda con la que inicialmente existieron muchos paralelismos. Y esto lo consiguieron de forma magistral, mediante su simple espíritu salvaje y un instinto musicalmente asesino que comenzaba a flojear en el Thrash Metal «global» de la época, precisamente por darse como un concepto superado por los grandes estandartes, no todos, pero sí en general.
A través de un puñado de canciones brutales, principalmente bajo la estela de “Hell Awaits” y cierta pátina del internacional “Reign in Blood”, el cuarteto dirigido por Ron Eriksen dio continuidad a aquella semilla plantada con su demo de 1986, también titulada “Do or Die”. Con la salvedad de que en 1988 ya estaba caliente sobre la mesa mundial el imprescindible “Schizophrenia” de los brasileños SEPULTURA. Y así,. con unas gotas de SLAYER y SEPULTURA, un toque DARK ANGEL, el aderezo de alguna que otra pincelada, rabia atronadora… el engendro se puso en marcha. Paradójicamente, mientras la esencia del estilo comenzaba a relanzarse hacia la disminución del ímpetu, otros parecían llegar tarde o ir por libre. Hay que apuntar que aquí, cualquier influencia del momento fue pasada por un filtro de plomo, sangre, velocidad y oscuridad.
“Do or Die” resultó un jugoso barrizal formado por timbales y bajos de aplastante sonido, literalmente. La dirección y el encauzamiento de las guitarras, certeras aunque algo discretas y apagadas, fueron factores decisivos a la hora de fraguar una mezcla espesa y cargada de medios-graves sobre la que una voz guerrera y poco sutil clamaba rayos y centellas. Vikingos a todo trapo, hacha en mano e himno al viento, bajo la apariencia de cierto y ligero descontrol que en realidad no era tal, sino más bien una sensación derivada del vivo desenfreno, producto de una pasión de esencia casi tribal y del feeling que los músicos, principalmente los que conforman la base, pusieron en la grabación: Ron Eriksen; (guitarra, voz), Brett Eriksen (guitarra), Matt Jordan (batería) y James Lareau (bajo). La precisión rítmico-quirúrgica de las seis cuerdas equilibró la jugada, dando como resultado un tocho unilateral, un mazazo terrible, furia desatada con cariz casi primitivo, teniendo en cuenta el año en el que se produjo y la citada tendencia a la suavidad en el estilo Thrash Metal. Por suerte, algunos no comulgaban con ruedas de molino.
Estéticamente, todos los defectos parecen virtudes, precisamente por el carácter personal que esto confiere y por su diferenciación sobre otros grupos o discos. Por otra parte, la forma Old School de ejecutar los solos de guitarra en plan duelo o complemento, al estilo Hanneman/King de SLAYER o LaLonde/Torrao de POSSESSED (sin entrar en comparativas de nivel), ofrece la consabida alternancia y resulta una elección excelente. Las canciones se defienden por si solas, y aunque no existen bajones en el transcurso del tracklist, sí se dan diferentes momentos de descanso o matiz, con lo cual pueden destacarse cortes que implican contrastes de velocidad, mediante diferentes conceptos. Eso enriquece, sin duda, a un trabajo en el que los 200 kilómetros por hora son ley imperante. Los estribillos son otra baza a destacar, rudos cual consignas de combate, sin florituras.
Desde mi punto de vista, las mayores y emblemáticas bombas de este disco son los cortes “Militia of Death” (himno), la oscurísima y veloz “Burning From Within” (factor SEPULTURA en el aire), la descomunal “Berserker” (pura miel “Hell Awaits” pero a la bestia) y la imparable e hiperbélica “Do or Die”. Como sorpresa, “Killer Unleashed” y sus diversas alusiones, muy bien reconformadas en peligrosa picadura. No obstante, “Warlord” y “Hellbound”, canciones de apertura, resultan bombas atronadoras, puro VIKING seminal.
“Do or Die” fue una rareza que llegó en un momento transitivo, no tuvo una producción brillante (sí, respecto a brillo de frecuencias) y pilló al gran público un poco a contrapelo. Algunos lo idolatramos, desde entonces. En su siguiente obra, buen y afilado trabajo que poco tuvo que ver con el concepto sonoro primigenio, VIKING tiraron más hacia lo maduro y convencional… con evidente calidad y notable evolución, aunque tal vez perdiéndose en el mar de mares y acercándose al resto de ofertas, lo que convierte a nuestra criatura en pieza mucho más valiosa, si cabe. Y no hablo de coleccionismo, sino de exclusividad.
Difícil, desde la distancia, realizar una tasación fría, pues los sentimientos y el raciocinio se encuentran. No es una copa de oro con incrustaciones, tampoco un cáliz de madera tosca del que beber el veneno del Thrash Metal que se acercaba a puertas prohibidas… más bien es un discazo auténtico e imparable, un tratado de batalla que hay que poner en práctica, a riesgo de morir en el intento: “Waiting for the sun to rise, anxious for the call of war”.
Texto: © J. Bass (Vientos de Estigia).
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